Un centenario o una efeméride literaria no pasarían de un vano ejercicio de la memoria, sino constituyeran una buena oportunidad para volver a poner en primer plano a autores que por razones de orden coyuntural, se leen hoy menos de lo que merecen o son, en el mejor de los casos, más citados que leídos. Toda celebración que no venga acompañada de una relectura crítica es antes que un homenaje al autor recordado, un tributo a nuestra propia vanidad y a esa superflua necesidad de celebrar lo que a todos complace.
Por ello, con la selección de los autores a los cuales rendimos homenaje en cada número lo que hacemos es ofrecer una propuesta personal de lectura que aunque sabemos que nunca será masiva ni mayoritaria, esperamos que sea compartida por una pequeña pero fiel comunidad de lectores. Esta propuesta, lejos de ser elitista, acepta el hecho de que lo que termina por gustar a todo el mundo corre el riesgo de caer en lo indiferenciado y lo carente de identidad. Recordemos aquella paradoja formulada por Paul Valéry, según la cual hace falta menos para complacer a tres millones de lectores que para agradar exclusivamente a cien personas. Gustar a pocos será, pues, de este modo, una labor mucho más exigente que complacer a miles. Por ello, aunque Lucerna se encuentra a disposición de cualquier persona a la que le guste la lectura, estará sobre todo dirigida a aquel lector atento, curioso y exigente para el cual la lectura no es un pasatiempo, sino un modo de vida y un camino de exploración. Antes que intentar gustar a miles, a este tipo de lector van consagrados nuestros esfuerzos.
Entre los muchos centenarios de este año, hemos querido rendir un modesto tributo a poetas como Georg Trakl, en nuestro número anterior, y a Dylan Thomas en el presente, con la traducción de cinco de sus poemas. Reservamos el homenaje central de esta edición al autor que, después de olvidadas las modas críticas, continuará siendo uno de los pilares vivos de la literatura occidental: William Shakespeare. Lo hacemos bajo la convicción de que la apuesta por la lectura de un clásico desde una perspectiva moderna puede ser de mayor utilidad en la actualidad que la ansiedad contemporánea por crear figuras cuya obra aún no ha superado la prueba del tiempo. Pero ello no significa que deba renunciarse a la búsqueda de nuevos creadores, como lo atestigua nuestra sección de creación. Antes bien, cada nuevo número de Lucerna significa un renovado y pertinaz intento de alcanzar un imposible equilibrio entre lo nuevo y lo clásico.