Lucerna N°14, Reseñas

Reseña de Apacheta de Lourdes Aparición (Lucerna N°14)

Reseña de Apacheta en Lucerna 14 por Sheridan Medina

Reseña publicada en Lucerna N°14

Hipatia Ediciones
Año: 2021
Páginas: 86

Por: Sheridan Medina Cabrera

Acostumbradas a conocer nuestra historia, los dramas trascendentales de la vida, los grandes relatos épicos desde la perspectiva masculina, y a través de su palabra, entender nuestra existencia y participación en la esfera pública como mujeres ha sido un ejercicio que hemos reclamado profesar, particularmente en el oficio literario. Para nosotras, la palabra ha sido un campo de batalla. Las poéticas migrantes representativas del siglo XX como la de César Vallejo, José María Arguedas, Leoncio Bueno, entre otros, presentan diversas épicas de la migración en las que el hombre es el protagonista. A partir de su subjetividad, se registran y poetizan los éxodos migratorios más relevantes de nuestra historia, aquella que denominamos “poesía migrante”. Con la entrada de miradas críticas que atienden la existencia de las mujeres como sujetas históricas, se ha llamado la atención sobre su rol en los diversos procesos sociales y, en el caso de los estudios literarios, sobre la caracterización de su voz poética y su representación en la literatura. En este contexto, surge Apacheta (2021) de Lourdes Aparición (Apurímac, 1993). Dividido en tres partes, “Mujer”, “Tierra” y “Altar”, el poemario explora la enunciación de un discurso migrante construido según la mirada, subjetividad y lenguaje de una mujer migrante e hija de migrantes.

Como la apacheta, ese montículo de piedras que se erige a la mitad de los caminos para agradecer y pedir protección a la Pachamama, este libro es un conjunto de memorias y vivencias relatadas desde el yo, pero también desde una voz coral y colectiva. Es el registro del tránsito de la viajera por el camino de la historia de su comunidad, de sus ancestros y ancestras, particularmente de sus mujeres. En Apacheta, la mirada migrante se desliza entre la experiencia colectiva y la vivencia personal, entre la memoria histórica de su comunidad y la memoria familiar. El ayer y el hoy, el campo y la urbe se articulan a partir de una retórica que contrasta sus diferencias y las emplaza en la experiencia migrante de una mujer que da testimonio de su propia migración, pero enuncia también, a través de su voz, la de sus antecesoras: “[…] ustedes mujeres / que bajan de todos los cerros / de todas las quebradas / de las ciudades en escombros / escuchen / mujeres tejedoras de sueños ajenos / artistas anónimas de las ciudades silenciosas […] escuchen también / a las otras mujeres / no es ocho de marzo / no es catorce de febrero / pero escuchen / hoy estamos / como en 1955 / rotas” (14).

Existen dos aspectos que remarcar en Apacheta, su carácter épico migrante y la voz de la mujer como protagonista del periplo. Respecto al carácter épico y la tradición en la que se inserta, la poesía migrante aborda el fenómeno migracional como un proceso histórico reivindicativo en que el protagonista, tradicionalmente hombre, emprende una travesía de la cual es el héroe. Este periplo se caracteriza constantemente como parte de un designio divino, pues corresponde a una cosmovisión mesiánica en la que el retorno del orden prehispánico es inexorable. El mito del Inkarri se alude en estos textos para profesar la vuelta de un orden perdido, que el éxodo migratorio andino repondrá tarde o temprano. En Apacheta se aborda esta representación mítica de la migración no solo a partir de la intertextualidad con el mito, como en el poema “Nuestro rostro” o “Hemos dejado a los Apus durmiendo”, sino también desde la metatextualidad con la tradición de la poesía migrante andina, referida en los epígrafes de Arguedas y Leoncio Bueno. Se trata de un vívido testimonio de la profecía migrante, así como de una poética que se articula sobre los pilares de una tradición literaria ya existente, según la cual se construye el discurso de los y las nuevas sujetas migrantes: “Nuestro rostro está extenuado / los ríos profundos han recorrido / por muchos años / el interior de este tronco / de este país / que niega mi nombre / calla nuestra voz / y nos voltea la cara. / He querido contarles / que tengo un gran deseo: / en algún momento / nos tocará movernos” (41-42).

El migrar es un fenómeno que se desarrolla en la esfera pública. Su liderazgo responde a roles de género, como el de proveedor, protector y autoridad, asignados tradicionalmente a los hombres, por lo que las narrativas migrantes parten de un lugar de enunciación común: el masculino. Ello significa que la migración, como experiencia y fenómeno, se representa en las poéticas migrantes de acuerdo con la subjetividad del hombre. Por lo tanto, estos discursos se configuran a través de un lenguaje predominantemente masculino. En ese absoluto discurso masculino, se invisibilizan otras épicas, como las de las mujeres, quienes participan en la migración desde su propia subjetividad y lenguaje. Apacheta representa estas épicas silenciadas por omisión, por el peso de estar atribuidas a lo privado, espacio que no es concebido como lugar de hazañas, acción e historia. Se cuestiona, además, lo público, y se presenta la inserción paulatina y particular de las mujeres migrantes a este espacio. En poemas como “Manos de campesina”, “Como en mil novecientos cincuenta y cinco”, “Descalzas sentimos la vida”, se advierte el lado B de la épica migrante, aquella ejecutada por las mujeres, evidenciando que no solo han sido sujetas sociales de la historia del país, sino también el sostén de sus grandes transformaciones.

Sheridan Medina Cabrera es licenciada en Literatura por la Universidad Nacional Federico Villarreal y magistra en Educación por la Universidad San Ignacio de Loyola. Cuenta con estudios concluidos de posgrado en Literatura con mención en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su campo de investigación comprende a la poesía peruana del siglo XX, particularmente las poéticas migrantes andinas, la literatura escrita por mujeres, así como las poéticas latinoamericanas que reflexionan en torno a la insuficiencia del carácter representativo del lenguaje.

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Lucerna N°13, Reseñas

Reseña de Blanco y negro. La razón contradictoria de Ulises García, de Carlos Herrera (Lucerna N°13)

Blanco y negro. La razón contradictoria de Ulises García: La recuperación de la contradicción

Reseña publicada en Lucerna N°13

La Travesía Editora
Año: [1995] 2020
Páginas: 148

Por: Lenin Lozano

La década de 1990 fue una época de crisis política en la cual nuevos escritores buscaron una renovación de la narrativa urbana. Este espacio cobró protagonismo con el realismo sucio como síntoma de la coyuntura social, pero paralelamente hubo una exploración en los propios mecanismos artísticos y literarios que derivaron en obras metaficcionales, de rasgos experimentales, o creadoras de un metalenguaje, acaso como una forma indirecta de aludir a la realidad a través de un lenguaje hermético y autorreferencial, y con personajes que parecían ver el mundo desde los propios códigos de la ficción. En este escenario surge Blanco y negro.

La novela de Herrera cuenta la historia de Ulises García, un hombre singular por su incapacidad para sintetizar o tomar una postura, decisión, o acción concreta, ante su continua tendencia de inclinarse hacia los extremos (desde el plano más práctico e inmediato, hasta las cuestiones más profundas del saber humano, vinculados a la religión, política, etc.). La novela ofrece una biografía particular, donde veremos desfilar los más distintos temas concernientes a los aspectos determinantes de la vida de Ulises, quien por su formación erudita, constantemente introduce reflexiones filosóficas y artísticas. Pero la obra nos da acceso a esta peculiar vida bajo una estructura bastante extraña: el estudio científico y filosófico, que curiosamente parece anticipar un tipo de lenguaje que se volverá preponderante en el ámbito de los estudios literarios de los próximos años. En efecto, basta solo con mirar el índice para observar un universo donde se privilegia el metalenguaje, pero que a la vez ironiza sobre él.

Vista en su contexto, Blanco y negro nos interroga sobre el rol que juegan las ciencias y las disciplinas para dar explicaciones sobre los conflictos existenciales de los peruanos y la coyuntura social de los noventa, una época bastante convulsionada por las acciones destructivas de Sendero Luminoso y la dictadura fujimorista. Y si bajo una primera impresión, esta novela pareciera hablarnos de un personaje totalmente ficticio o imaginativo, no están ausentes las referencias a hechos sociales importantes de los últimos años, desde luego con la esperada distancia que permita remarcar el tono irónico, consecuente con la incapacidad de Ulises para realizar la dialéctica (de ahí su imposibilidad para definirse en una tendencia política específica, por ejemplo). Asimismo, las referencias a las disciplinas, a pesar de ahondar en ciertos temas de amplia reflexión, se complementan con un lenguaje generalmente conciso y directo, que traza una mayor cercanía entre autor y lector, sobre todo para transmitir una historia que a primera vista parecería estar dirigida a un público letrado específico.

Los atributos de Ulises bien podrían ser los de un héroe posmoderno, o un revés del modelo cínico: la firme creencia en el valor de cada concepto y en su opuesto simultáneamente, por lo que en la práctica no se puede tomar una decisión concreta. Al mismo tiempo, el recorrido por la vida de Ulises nos demuestra que, más allá de su peculiaridad, él es resultado de una serie de circunstancias de diversa índole (“fuera por una curiosa disposición de las circunvoluciones cerebrales o por una temprana influencia del entorno”, dice Herrera), cuya confluencia solo puede producirse en el convulsionado Perú de mediados de los noventa. No debería sorprender, entonces, la incapacidad del personaje de adaptarse a una vida convencional, ni su estoica decisión de trabajar solo para cumplir sus necesidades básicas y su admirable entrega a la lectura. Esta actitud hasta cierto punto inocente lo llevará inevitablemente a lidiar con la realidad inmediata y con dos demonios enfrentados por el destino del Perú (el Grupúsculo y la Banda), con lo cual se establece un horizonte trágico para su absurda vida.

Ulises se volverá un personaje familiar y quizá entrañable para muchos, sobre todo para los peruanos, porque contra lo previsible, su entrega total a una heterogénea y contradictoria serie de conceptos posibles puede ser la anticipación de un fenómeno social preponderante hacia el inicio del presente siglo: la corrección política. En esta línea, considero que la novela nos invita a realizar en nombre de Ulises aquello que le ha sido negado durante toda su vida: tomar una posición definida (y quizá dialéctica), y ver junto con este héroe, el diagnóstico de una sociedad atravesada por insistentes binarismos desde hace más de veinticinco años.

La reedición de Blanco y negro demuestra la importancia de una novela canónica de los noventa, no solo por una cuestión de reconocimiento del pasado de la tradición literaria, sino por lo que nos puede revelar de la idiosincrasia peruana del presente. No es casual que el prólogo de Fernando Iwasaki, incluido en esta edición conmemorativa, y el comentario en la contracarátula de Enrique Prochazka, resalten las amplias virtudes de la novela. Sin embargo, tampoco deja de ser llamativo que ambos escritores celebren la actitud de Ulises y vean en él un modelo sociocultural y político, porque considero que estas posturas inciden en una simplificación del antagonismo y los conflictos sociales, y más aún, son un síntoma de cuán difícil sigue resultando darle un sentido a la razón contradictoria de Ulises García.

Lenin Lozano Guzmán (Lima, 1990). Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y es estudiante doctoral de Literaturas Hispánicas en la Universidad de Pennsylvania. Tiene a su cargo el blog literario Relámpagos en los ojos.

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Lucerna N°13, Reseñas

Reseña de Ejercicios contra el Alzheimer, de Virginia Benavides (Lucerna N°13)

Reseña de Ejercicios contra el Alzheimer de Virginia Benavides, publicada en Lucerna N°13

Publicado el año pasado, Ejercicios contra el Alzheimer es un libro de poemas en prosa que se acerca a la pérdida de las facultades como la experiencia decisiva de la condición humana. Lejos del afán de distinción que prolifera en mucha literatura reciente, y transforma la enfermedad en capital simbólico, este libro se acerca al Alzheimer para mostrar, en sus derivas imaginativas, sentencias y visiones, que la mímesis del deterioro del cuerpo sigue siendo, en tiempos de giro subjetivo y neoliberalismo, la única posibilidad para la anagnórisis. Asuntos mayores definen una ambiciosa pero bien ejecutada incursión en el azar, caótica solo en su apuesta por la estética de asociación libre que define la poesía en prosa de fines del siglo XIX e inicios del XX en tradiciones literarias distintas a la española y que tienen una primera versión local en los Motivos de Eguren, que Benavides moderniza según sus intereses, produciendo fragmentos narrativos, visuales, rítmicos y reflexivos en sus poemas.

Aunque el libro se compone de dos secciones —una no titulada que lo abre, y una segunda, titulada “Desciertos”, que lo cierra—, Ejercicios contra el Alzheimer es un libro cohesivamente existencial, que parece fundado en la convicción de que la corporalidad es la experiencia humana más decisiva. Lejos de alguna aspiración de logocentrismo desde la carne o poética de la erotización del cuerpo, los poemas de este libro recrean cómo los actos, y más concretamente su materialidad, preceden toda labor del lenguaje. Tras el enfoque en los actos, los poemas parecen desmontar el malentendido que reviste de sentido común la separación entre experiencia del cuerpo y experiencia de la mente. En ese sentido, la apuesta simultánea por el estar y ser (18) de los poemas de Ejercicios recrean e indagan la relación entre cuerpo, dolor y existencia en afinidad con los esfuerzos de Eielson en Noche oscura del cuerpo y Sin título. Lejos de las poéticas metafísicas y posmodernas que definen a Eielson, Benavides elige otros recursos expresivos y otra lucidez en su conciencia del cuerpo para exponer la fragilidad de la coherencia que persigue el lenguaje: “El signo que resuena en esta lengua azul, en este aleteo mudo, en esta insonoridad no es más que el descifre de resanar una lengua agrietada. Si es que resanar significa un ancla. Si es que ancla es el roce de fondos que se evaporan apenas sonorizan.” Al producir sentido y ritmo a partir de repeticiones, el poema muestra cómo las experiencias psíquicas y la poesía son eventos antes que fines. En el segundo poema, el yo poético dista de reclamar superioridad ante su entorno, y recuerda más bien que la posibilidad de afirmar la primera persona es el fruto de la relación exocerebral que establece el cuerpo: “Viveros y árboles frutales, armonía de nado dorsal, son mi ayudamemoria. Soy el que estriba y recae en esta danza quieta… Zumba que zumba atrapo esta imagen y aspiro mi zumo para recordar” (16). Recuerdo, respiración, visión e imaginación son, en la estética de restitución del libro, funciones comunes a todos los mortales.

Siguiendo las claves anteriores, otros poemas notables de Ejercicios se ocupan de la dimensión germinal, material, de la maternidad (19), de formas varias del sinsentido y el absurdo, como la función social del lenguaje en las presentaciones de libros (21), el discurso y la experiencia de la belleza (22), la dimensión terapéutica y formal de la escritura (29), la relación entre el amor y las dificultades de la existencia (24), la abierta resistencia a definir el ser (25), o la experiencia de la patria (28) en el sentido del que se le quiera dotar. La simultaneidad entre asociación por metonimia entre dos motivos, objetos, recuerdos o imágenes es uno de los mecanismos de composición más recurrentes en las prosas del libro, como ocurre en el relato sobre los frutos caídos (26) o en el texto final de la primera parte (34), en el que la experiencia personal de la escritura materializa su opción por el no sentido y la resistencia a la definición.

De la resistencia al sentido y la certeza se ocupan los poemas de la sección “Descierto”, que comienza con dos paratextos —una declaración de principios y un epígrafe de Montalbetti que me pareció contrario a lo que encuentro en el libro— que reafirman la opción por la divagación y la muerte como rutas artísticas y vitales. Con la diferencia de que las prosas de esta sección son más breves que las de la primera parte, estos textos invitan a renunciar al sentido común y la emoción (38) para atender a los eventos más allá del ego. Ante la tensión entre razón y emoción, las prosas finales son renuncias a la sistematización de la experiencia y a la emoción del lector, para apostar por el asombro y la calma ante la finitud humana. Así, Ejercicios contra el Alzheimer es un libro cuya sencillez y belleza invitan a plantearse la experiencia de maneras distintas, así como a esperar nuevas entregas de su autora.

 

José Miguel Herbozo (Lima, 1984). Estudió Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es doctor en literatura latinoamericana por University of Colorado-Boulder y profesor visitante en Colorado College. Ha publicado la plaqueta Acto de Rito (2003) y los poemarios Catedral (2005), Los ríos en invierno (Premio Nacional PUCP de Poesía, 2007), El fin de todas las cosas (2014) y Las ilusiones (2019).

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Lucerna N° 12, Reseñas

Reseña de Versión del viaje de Claudia Becerra (Lucerna N°12)

Versión del viaje
Claudia Becerra
Folium
Año: 2018
Páginas: 48

Por: José Miguel Herbozo

La primera entrega de Claudia Becerra Méndez (Puerto Rico, 1990) plantea una convicción que es a la vez razón y estado de ánimo: la idea de que el mundo solo puede conocerse desde la suma y resta de las ‘versiones’ que generamos sobre él. De allí surge el poder significante de un libro que aspira, con modestia sapiente, a transmitir imágenes de la experiencia en la que lo subjetivo permite un acto de conciencia lírica.

Versión del viaje se divide en tres secciones: una primera, que lleva el mismo título que el libro y se compone de dieciocho poemas numerados; una segunda, “Ínsulas de invisible”, compuesta de diez poemas numerados; y una tercera, “Otra vez, el mar”, compuesta de siete. Como puede advertirse en el primer texto, Becerra indaga en el fracaso del aprendizaje al compararlo con las negociaciones de las fuerzas naturales y las invenciones humanas:

No alcanzaste la sabia adivinación de los embarques.
Como ellos, no aprendiste la lección de la cumbre
y del leve hundir de la proa entre oleajes.
Tampoco la rápida adaptación de los mástiles,
el sano juicio, y la trabajada ojera haciendo guardia
a la noche desprendida. Oyes crujir la madera
como una fractura de huesos en desuso.
Arriba la estrella. El ojo en su submundo.
Presientes que no impedirás el naufragio.

Debe advertirse que la medida de lo humano aquí no es ni la experiencia previa ni la tensión presente, sino la forma en que otros seres y objetos negocian situaciones ante las cuales la segunda persona de los poemas fracasa. Este objetivo se logra presentando lo dinámico como clave de la existencia, en contraste con la descomposición y la finitud. Sin embargo, puede advertirse, al contrastar el octavo verso con el resto del poema, que la tensión entre dinamismo vital y finitud de la vida es moderada por objetos y existencias que exceden el accionar subjetivo. Mientras mucha de la poesía del giro subjetivo suscribe la falacia patética como fuente de sentido, aquí la estrella escapa al rango de la acción y el ojo no satisface la pretensión de lucidez. Se dibuja así un cuadro sonoro en el que vivir es negociar el exceso exterior e interior antes de intentar empresa comprensiva alguna.

En el recorrido que propone el libro se advierten variantes de continuidad y expansión de estas premisas: en el segundo poema se busca “tierra firme”; en el tercero, la escritura se plantea como una ocupación para el ordenamiento del mundo. En ambos casos, estos intentos de sistematización terminan en fracaso, revelándose la contradicción que funda tanto la aspiración de estabilidad como la reducción de la escritura poética a forma de escape ante el tedio burgués. Aunque el desarrollo de ambas premisas sería suficiente para considerar correcto un libro de poemas, este libro va más allá al interpretar los estados de crisis como una condición regular.

Un motivo fundante en Versión del viaje se manifiesta en la tensión dinámica que se establece entre el mar y la segunda persona. En cierta medida, la indagación que presenta la voz responde a la interacción entre el mar y otros elementos, así como al vínculo con formas o experiencias vinculadas al agua, como es el caso de la sed, el sudor, la niebla o el deseo. En ese sentido, los poemas 4 a 7, 10, 11, y 16 a 18 confirman una cadena de frustraciones que inicia con los efectos del mar, pero que se extiende con variaciones hacia los actos en curso:

Quisieras acudir al mar
con el corazón inconsciente,
sin la cobardía a destiempo
del converso. Tarareas un canto
que tapice el curso de la ola tras la ola.
El cielo monologa de cara al mar.
Miras al fondo, pero no hay sombra debajo
que te acoja. Estás en medio de la coronación.
El sol hace su proclama, hierve su discurso
sobre tus hombros amonestados.
¿Hacia dónde te exime el extravío?
¿En dónde la pasión lenitiva?

Ante ellos, la voluntad de interpretación se frustra por la imposibilidad de sistematizar o producir beneficio desde lo otro. Más que superar la falaz dicotomía razón – emoción, los poemas dramatizan cómo la agudeza de la razón normalizada fracasa en producir razón. Del mismo modo, los poemas 10, 16 y 18 expresan los riesgos del exceso emocional cuando asumido como estrategia de composición. En ese aspecto, Versión del viaje es un libro restitutivo, pues iguala las aspiraciones racional y emocional en cuanto a su ineficacia compartida.

Las secciones restantes del libro responden en gran medida a las observaciones anteriores. “Ínsulas de invisible” explicita la afinidad de intereses con los de Blanca Varela e Ida Vitale, los diez poemas de la sección plantean, en clave reflexiva, un monólogo sobre el sentido de la empresa de la escritura y el de la existencia también trabado en función del agua como significante decisivo. Por su parte, “Otra vez el mar” cierra el libro con siete variaciones tituladas en torno al mar, en las que Becerra ensaya algunas variaciones al fraseo en verso libre de las secciones anteriores, pues los poemas finales muestran voces ahora  enfocadas en referencias literarias y familiares. Un epígrafe de Juan Ramón Jiménez destaca la distancia entre la interpretación emocional del mar y su existencia, así como la fallida aspiración coercitiva de las operaciones racionales. Ello ocurre en los notables poemas “Variaciones del mar” o “Coloquio sobre el espíritu-isla”, en los que la obstinación permite efectos humorísticos surgidos de la misma distancia irónica antes abordada con seriedad. Ese cambio de tono deriva en la reminiscencia de diálogo en “El mar y tu”, en el que el reposo ante el mar revela la fugacidad de la conciencia y la existencia. Por lo anterior, Versión del viaje me parece una aparición destacable tanto por plasticidad visual y prosódica de sus imágenes como por su madurez reflexiva.

 

José Miguel Herbozo (Lima, 1984). Estudió Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es doctor en literatura latinoamericana por University of Colorado-Boulder y profesor visitante en Colorado College. Ha publicado la plaqueta Acto de Rito (2003) y los poemarios Catedral (2005), Los ríos en invierno (Premio Nacional PUCP de Poesía, 2007), El fin de todas las cosas (2014) y Las ilusiones (2019).

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Lucerna N° 12, Reseñas

Reseña de Ensayos y poesías de Manuel González Prada

Ensayos y poesías
Manuel González Prada
(Edición de Isabelle Tauzin-Castellanos)
Ediciones Cátedra
Año: 2019
Páginas: 563

Por: Julio Isla Jiménez

En 1908, en una velada de homenaje a González Prada (1844-1918) por la publicación de Horas de lucha, Glicerio Tassara, editor del folleto que reunió los discursos leídos aquella noche, comentó: «se [ha] hecho profundo silencio alrededor de este hermoso libro de propaganda y ataque, que condena y suscita. Pero ese mismo silencio es la mejor corroboración de las acusaciones de Prada; es la aprobación tácita que los cobardes y delincuentes acuerdan a su libro». ¿No podría decirse otro tanto del manto de silencio que, desde los sectores oficiales, parece haberse tendido sobre la obra y figura del autor de Pájinas libres en el año del centenario de su muerte? Y es que ¿con qué otra cosa que el silencio podría el poder intentar responder a aquel que fue su más tenaz acusador? Un silencio que, afortunadamente, no fue total, pues no faltaron homenajes, exposiciones y publicaciones que recordaron la vigencia de su obra.

Una de las publicaciones que vino a compensar este silencio, se dio un año después del centenario de su muerte, este 2019. Se trata de Ensayos y poesías, una amplia antología de su obra en prosa y verso, editada por la peruanista francesa Isabelle Tauzin-Castellanos, y publicada en la colección Letras Hispánicas de la editorial Cátedra. Antes de ponderar las virtudes de esta edición, es necesario hacer un breve recuento de las ediciones de sus obras publicadas fuera del Perú. Esta historia editorial empieza precisamente en el extranjero, con la publicación de Pájinas libres (1894) en París. De hecho, casi la totalidad de su obra inédita, en verso y prosa, se publicó de manera póstuma fuera del país, ya sea en Chile, Argentina, México o, nuevamente, en Francia. En el caso de España, a diferencia de otros países que se mostraron más receptivos con sus escritos, son contadas las ediciones de sus obras. De los ensayos, la segunda edición de Pájinas libres se publicó en Madrid, en 1915, la segunda de Anarquía en Barcelona, en 1938; de la poesía, una edición de Baladas peruanas se publicó en Sevilla, en 2009. España parece haber sido un destino esquivo a la recepción de sus obras, algo que podría deberse a su enérgico –y en ocasiones virulento– llamado a liberar la literatura peruana de toda influencia española. Sea como fuere, esta nueva edición, en uno de los sellos españoles de mayor alcance y prestigio en el mundo de habla hispana, viene a llenar este vacío editorial.

La edición de Isabelle Tauzin, una de las más renombradas estudiosas de González Prada, a quien debemos algunas ediciones de sus obras como Textos inéditos (2001), Baladas (2004) y Ensayos (1885-1916) (2009), se caracteriza por su gran rigor filológico. La sección de ensayos empieza con «Grau» que, además de ser uno de los más notables de la historia de la literatura peruana, marca el inicio de la vida pública de Prada, y concluye con el artículo «La Anarquía» de 1916. Para la fijación de los textos de los ensayos de Pájinas libres, toma en cuenta las numerosas correcciones, supresiones, añadidos y apostillas que el propio González Prada, insatisfecho con la primera edición francesa, realizó de forma manuscrita en un ejemplar de esta y que fueron incorporadas por Luis Alberto Sánchez en su edición de 1946. Esto se puede apreciar con más nitidez en «Notas acerca del idioma», en cuyas notas a pie de página la editora da cuenta de las anotaciones marginales, apostillas y supresiones manuscritas realizadas por el autor. Para ilustrar lo intensa que fue la refundición de este texto, se incluye la reproducción facsimilar de una de sus páginas, llena de tachaduras. Similar acercamiento se da en los demás libros de ensayos.
En cuanto a la poesía, la obra poética mejor representada en esta selección son las Baladas peruanas con 17 de ellas, sin contar las 6 de tema diverso. Un acierto, pues para muchos estudiosos de la poesía de González Prada, entre ellos Américo Ferrari, las baladas constituyen la parcela de su obra poética que mejor ha resistido el paso del tiempo. El establecimiento de los textos poéticos no cede en rigor al de los ensayísticos. Para fijar, por ejemplo, el de las cuatro letrillas seleccionadas, la editora ha cotejado la primera edición publicada por Sánchez en 1975 con los cuadernos manuscritos de MGP en la Biblioteca Nacional, presentando algunas variantes realizadas a lápiz por Prada.

Además del rigor filológico, otras virtudes de esta edición son su minucioso prólogo, bibliografía selecta y, algo que caracteriza a las ediciones de Cátedra, una nutrida provisión de notas a pie de página, 530, que gracias a su pertinencia no sobrecargan el texto y, por el contrario, ofrecen al lector un caudal de información acerca de libros, autores y personajes que el paso del tiempo puede haber convertido en lejanos o extraños para un lector contemporáneo. En suma, con la inclusión de González Prada en la colección Letras Hispánicas de la editorial Cátedra, no solo se compensa el relativo silencio con que se acogió el centenario de su muerte, sino que se hace justicia a uno de los autores que inició la modernidad en las letras peruanas, precisamente en el país que durante tanto tiempo le fue editorialmente esquivo, con una edición ejemplar a la altura de su obra. Aunque Prada se hubiera sentido muy a gusto con el silencio oficial, sus lectores y admiradores no podemos dejar de celebrar una edición como esta.

 

Julio Isla Jiménez (Lima, 1980). Magíster en Literatura Hispanoamericana por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha colaborado en el Diccionario histórico de la traducción en Hispanoamérica, publicado en España, y elaborado estudios introductorios de Manfredo de Lord Byron y Antonio y Cleopatra de William Shakespeare. Ha publicado la pieza teatral El sueño de Noé (2015). Dirige el sello Alastor Editores.

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Lucerna N° 12, Reseñas

Reseña de Resina de Richard Parra (Lucerna N° 12)

RESINA
Richard Parra
Seix Barral
Año: 2019
Páginas: 183

Por: Miluska Benavides

Con la publicación de la novela Los niños muertos (2016), que recibió una atención seria tanto de crítica en España y Perú, y en especial por la atención de los lectores, la obra del escritor peruano Richard Parra (1976) se consolida por un universo y cuestiones propios. A diferencia del grueso de narrativa peruana contemporánea que tiende a la monologización, a una perspectiva normalizada y normalizante, Los niños muertos aspira a la creación de una versión polifónica, una ambición no ajena a la tradición de la narrativa moderna peruana. Así, la violencia fundante de Lima, los vínculos entre esta gigantesca urbe con otras zonas, hitos y periodos de la historia del país, se tejen en los libros de Parra bajo la forma de un continuum de voces. En su primer libro, Contemplación del abismo (2010) se delinean preocupaciones de una literatura que revela la razón colonial que anima nuestra sociabilidad, como los cuentos del libro que crean un puente entre la colonia y décadas de violencia política. Asimismo, las voces alternan para contar historias propias, y/o las de otros; voces cotidianas que aparecen como revés de la razón, la insanía, las motivaciones de la infamia, que, como bien sabía Borges, sabe a triunfo heroico tantas veces. Aparecidos en 2014, La pasión de Enrique Lynch y Necrofucker dramatizan el revés de la ley para mostrar el núcleo humano. Hago énfasis en el verbo dramatizar porque en la narrativa de Parra la oralidad cumple la función de hacer los personajes y el relato; no solo se presenta textos que se “fingen orales”, sino se registra con soltura los ecos y capas de la ciudad como voces. Este rasgo es característico de su obra, así como la atomización de experiencias o unidades en fragmentos; usos de una imaginación escénica que compone sus ficciones, y que se ha convertido en molde textual en los cuentos de su último libro, Resina (2019).

El vértigo de Resina se impone por sobre las esperanzas de los habitantes de este mundo, visión de una “demolición” —tal como señalaba con acierto sobre su obra la escritora española Marta Sanz. No pocas veces lo que se denomina una obra son versiones/variaciones de un mismo motivo o una sola obsesión, y en el caso de Parra, vemos que sus obsesiones son las modalidades de la infamia, la inquina humana acompañada de lo lúdico y carnavalesco —en su sentido de ser el “revés”—; posiciones en que nos encontramos a diario, y senderos por los que transitamos. A diferencia de Contemplación…, en que se trataba de un primer libro donde se presentan múltiples posibilidades narrativas, Resina consolida una estructura “atomizada” de los relatos. El motivo resina es el hilo conductor de cuentos compuestos por momentos o historias que parecen haber sido suturadas: cada relato comprende retazos, fragmentos y hasta despojos, tanto a nivel de composición como de trama. No hay lugar para el reciclaje ni la redención. En Resina es posible suceder en un vértigo de las circunstancias y la violencia cuyo único cese ocurre en el golpe de la muerte, como les sucede a los protagonistas de “Chevy del 64” o “En el río culebra” que encuentran un cauce en la violencia, que es junto con la muerte, una de las grandes presencias del libro, el cese de la existencia. Este es un recurso de Resina que hace posible el cierre de los relatos y corta el flujo de la violencia, sin que este procedimiento sostenga la ilusión de que la violencia pueda extinguirse. Incluso los momentos más hilarantes del libro se pueden asociar a la acción de recomponer o suturar, como en “Royal Burger” en que su protagonista recompone una noche—y su cuerpo— después de una larga conversación y posterior caída por una borrachera, o las voces de las narradoras de “Camposanto” y “Maz Nah” que atan sus voces a recuerdos —casi biografías—y a sus deseos; personajes que parecen experimentar no una sino muchas vidas. Estos relatos reportan el genio de la improvisación y particularidad de nuestra modernidad; articulan una sucesión de voces, opiniones, juicios, reclamos, errores de sujetos puestos en jaque. La respuesta del escritor dista de imponer una sola lógica o acomodar “lo desacomodado”, su función es mutar en una caja de resonancia de la ciudad a la que —salvo el último cine joven— poco se acostumbra a escuchar; porque estas voces pueden —a oyente distraído o poco acostumbrado a su vértigo y sus habitantes— sonar como chirrido en el espíritu. Por ello quien quiera buscar lo hoy bello-inútil —celebrada prosa del belleletrismo nacional— deberá buscar por otro lado. Quien abra Resina olvídese al confort de los cristianos relatos de reconciliación, o las edificantes sagas y recuerdos de héroes familiares. Parra ha traído de vuelta a la narrativa peruana lo que se esconde del ornamento y el optimismo Marca Perú; sus libros liberan los murmullos acallados de la violencia, los secretos que se susurran en las familias, el caos que ha definido nuestra experiencia nacional, las risas y entramados de las reuniones familiares y de amigos y enemigos, y conversaciones en la soledad, de a dos o grupales, en las esquinas pocos iluminadas, en la penumbra y en la soledad, en sobriedad, alucinación o borrachera; los deseos y sueños que nos han prohibido recordar en voz alta.

 

Miluska Benavides (Lima, 1986). Narradora y traductora. Ha publicado la traducción de Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud (Biblioteca Abraham Valdelomar, 2012), el estudio Naturaleza de la prosa de José María Eguren (Academia Peruana de la Lengua, 2017) y el libro de cuentos La caza espiritual (Celacanto, 2015). Es doctora en literatura latinoamericana por la Universidad de Colorado Boulder y docente de la carrera de Traducción e Interpretación Profesional de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.

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Reseñas

Reseña de Archipiélago de María Belén Milla

archipielago

ARCHIPIÉLAGO
Autor: María Belén Milla
Editorial: Celacanto
Páginas: 51
Año: 2016

Por: Julio Isla Jiménez

Considerar a Archipiélago (Celacanto, 2016), debut poético de María Belén Milla, únicamente como un buen primer libro de una joven poeta, es emplear con él una condescendencia que, a la vista de los resultados obtenidos, se encuentra fuera de lugar. Porque de un libro como este, que no exhibe las costuras de una hechura primeriza ni la ansiedad por impresionar al lector con la poca o mucha originalidad de su autor(a) –algo que lastra muchas veces las primeras publicaciones de algunos poetas–, debe decirse que es un buen libro a secas, cuyos logros nos hacen olvidar por completo que estamos ante el primero de su autora. Archipiélago es, pues, un buen libro de poesía –con todo lo que esto todavía puede significar para quien no ha perdido la fe en sus poderes– que se propone un objetivo mucho más modesto, pero a la vez más duradero, que otros poemarios. No pretende ser la catarsis de una conciencia desgarrada o el testimonio de una generación que busca diferenciarse de la anterior. El modesto propósito de Archipiélago es hacer poesía únicamente con las viejas armas de toda la vida: ritmo, musicalidad, imágenes, símbolos. Y lo consigue con una sobriedad que se evidencia desde la elección del título, una sola pero resonante palabra, que evoca un horizonte geográfico y simbólico abierto, al cual no se le ha querido añadir ninguna carga semántica que pueda direccionar y, por lo tanto, limitar las posibilidades de lectura, confiando a los propios poemas la tarea de revelar la última significación del libro.

De las viejas armas poéticas a las que nos referimos, las más profusamente utilizadas por la poeta son la metáfora, la imagen y la comparación, y lo hace con pareja eficacia en las tres secciones del libro. En los poemas amorosos de la primera sección, «Tres misivas», encontramos una gran variedad de estos recursos: «caridad de bosque», «dedos / de ciruelas maduras», «soledad de convento», «largas y amanecidas / plumas», «blancos / como las capillas arequipeñas, / lejanos / como dos Apus coloniales», que nos revelan una capacidad inventiva de un gran poder de sugestión. En «Puentes breves», segunda sección, predominan más bien las metáforas e imágenes relativas al nacimiento y la muerte, como en los poemas dedicados a la madre y al padre, pero con la constante presencia de elementos del reino vegetal que, detrás de su apariencia de inmutable y pasiva serenidad, preservan un caudal de saberes primordiales cuyo vislumbre constituye la forma más directa de acceder a lo más profundo de la existencia. Es lo que sugieren versos como: «Quizás en algún lugar del mundo / el sueño de un helecho / es materia sagrada / y un portal de caminos». La filosofía poética que se desprende de estos versos –esto es: que solo el acercamiento y la comprensión de la naturaleza nos permiten vislumbrar y experimentar lo sagrado– está sintetizada admirablemente en dos versos del poema «La ofrenda»: «Los rituales de la savia / rebasan al lenguaje». Finalmente, en «Fábulas», última y más heterogénea sección del libro, se revisita personajes, episodios y mitos de la historia peruana y universal para caracterizar a sus protagonistas a partir de aspectos geográficos o naturales; por ejemplo, a Santa Rosa de Lima, como una playa norteña, en la que «los mui muis / le rezan». Asimismo, son evocados personajes como Alejandro Magno e Ismene y escenas como la muerte de una gaviota en «Muerte en el norte» y una boda rural en «Nupcias en Santa Eulalia», donde el elemento vegetal vuelve a ser preponderante.

Apelar a las viejas armas poéticas de siempre, ¿hace de este libro un trabajado pero inane ejercicio poético que no tiene mucho que decir al lector actual? En absoluto. Archipiélago dice mucho y, gracias a su gran poder metafórico, lo hace con una resonancia mayor que la poesía que solo quiere expresar un mensaje y se agota al decirlo. La sensibilidad poética que se adivina en los poemas de este libro no ha soltado las amarras de lo contemporáneo, al grado que no tiene inconvenientes en echar mano de un hecho luctuoso que bien podría haber quedado olvidado en las páginas policiales si no fuera porque la visión empática de la poeta lo rescata, transfigura y eleva al rango de poesía. Se trata del poema «A una muchacha en la torre más alta del Sheraton», uno de los más originales del libro, inspirado en el suicidio de una adolescente desde la azotea del famoso hotel. La voz poética se dirige a la suicida con un tono de íntima complicidad, pero no para indagar o cuestionar las razones de su mortal decisión, o intentar disuadirla, desde la posición de superioridad moral de quien siente compasión por otro, sino para convencerla de que no debe temer por su acto, pues tras consumarlo, su ser se transmutará en algo más grande y eterno: «No importa la palabra: / para mí eres toda de lluvia / y has caído infinitas veces / en la hierba y las hortalizas. / Ahora eres lluvia, te digo».

Que la poesía que solo quiere ser poesía sea vista hoy con desconfianza o altivez por lectores que buscan en ella compensaciones personales particulares, no quiere decir que sus cualidades no puedan ser apreciadas por quienes todavía son capaces de escuchar la «callada y triste música de la humanidad». La poesía de Archipiélago nos devuelve la confianza en que las viejas armas poéticas de toda la vida no han perdido nada de su filo ni de su capacidad para seguir creando nuevas formas de belleza.

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Lucerna No. 8, Reseñas

Reseña de Ríos de ceniza de Félix Terrones (Lucerna No. 8)

Rios.de.ceniza

RÍOS DE CENIZA
Autor: Félix Terrones
Editorial: Textual Editores
Páginas: 311
Año: 2015

Por: Coralie Pressacco

Félix Terrones (Lima, 1980) es seguramente uno de los rostros más prometedores de la literatura peruana actual. Doctor en estudios hispanoamericanos, escritor, crítico y traductor, es autor de la novela corta A media luz (2003), de la novela El silencio de la memoria (2008), del libro de cuentos Cenizas y ciudades (2008) y del libro de microrrelatos El viento en tu cara (2014).

Su última obra, Ríos de ceniza, es una novela que aborda la experiencia de un joven peruano que decide dejar el Perú y viajar a Francia para continuar sus estudios y convertirse en un escritor famoso. El narrador anónimo comparte con el lector su recorrido por distintas ciudades descritas en sus mínimos detalles. La narración tiene como punto de partida la “mortecina” ciudad de Lima de la que el protagonista desea evadirse para acceder a la cultura viajando a Francia. Allí se mudará varias veces, viviendo en Burdeos, Tours, París y Lyon, cuatro ciudades atravesadas por un río. Sin embargo, la novela no es sólo el descubrimiento de un país o de una cultura sino también una novela de educación sentimental, una reflexión sobre la memoria, el exilio y la escritura, la búsqueda permanente y el descubrimiento de sí mismo. En Francia, el joven peruano se encuentra en el camino con varias mujeres que pautarán su vida amorosa. Pero los amores frustrados, imposibles, que son una constante en las obras de Flaubert y de Balzac que tanto influenciaron la novela de nuestro joven escritor, serán también parte de la experiencia del protagonista.

Sin duda, un tema importante es el exilio, la diáspora peruana. El viaje del narrador recuerda la estancia parisina de autores peruanos como Mario Vargas Llosa o César Vallejo que buscaron en la capital de las letras, el aire que respiraron los grandes de la literatura francesa y la inspiración que les ayudara a convertirse en verdaderos escritores. En la parte central del relato, el autor se identifica con el poeta y traductor Paul Celan, quien precedió sus huellas en la ciudad de Tours y vivió un exilio completo: “Exiliado de su familia, exiliado de su país, exiliado en el amor”. Conforme realiza su experiencia, el escepticismo se apodera del protagonista, quien poco a poco descubre el verdadero significado de la palabra “exilio”. La ambición y el entusiasmo que lo trajeron a Francia, desaparecen paulatinamente para dejar paso a los temores y conflictos internos que ponen en duda su vocación de escritor. La nostalgia atraviesa la novela como un río, la nostalgia y el temor de no saber dónde está ni adónde va.

A medida que avanzamos en el relato, las aguas del Loira se vuelven turbias, agitadas. Pero el río, como fluir del tiempo, metáfora del viaje, es también lo que conduce al narrador a la búsqueda de sí mismo. Porque la vida no es sino un viaje de descubrimientos y de reflexiones, como un río que nos lleva entre sus aguas turbulentas hacia un destino desconocido. Un destino, símbolo del renacimiento entre las cenizas, que bien puede ser el comienzo de una nueva vida.

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Lucerna No. 7, Reseñas

Reseña de Para ahorcar pájaros con tu cabello de Alejandro Mautino (Lucerna No. 7)

Para ahorcar pájaros con tu cabello de Alejandro Mautino

PARA AHORCAR PÁJAROS CON TU CABELLO
Autor: Alejandro Mautino Guillén
Editorial: Killa
Páginas: 55
Año: 2015

Por: Jim Anchante Arias

Para ahorcar pájaros con tu cabello es el tercer poemario de Alejandro Mautino Guillén. A nivel de su estructura externa, lo primero que se aprecia es una recia simetría: la agrupación de siete poemas en cada una de sus tres partes. En total,  21 poemas cuyos títulos van desde “Pájaro 1” hasta “Pájaro 21”. Pero no es lo único: cada parte representa una etapa del día: “Los pájaros del alba”, “Los pájaros del mediodía” y “Los pájaros de la noche”. Organización no gratuita en lo absoluto,  como apunta atinadamente Camilo Fernández en el prólogo. La lectura de los poemas se desenvuelve como un recorrido temporal, pero no de una temporalidad lineal, sino cíclica o mítica, como nos sugiere el locutor del “Pájaro 10” cuando nos dice: “oigo morir  a todos los hombres / por ese tres tan mortal / de repente / la serpiente se muerde la cola / ipso facto” (p. 29). Tres tan mortal. La muerte como oposición a la vida, pero a la vez como complemento de un viaje circular o cíclico, como el vuelo de las aves. Porque no olvidemos que el símbolo-base del poemario es el ave, como pájaro sagrado de o para el amor.

Pues debemos señalar que, ante todo, el presente es un libro de amor. Experiencia gozosa del amor, representada a través de imágenes alucinantes, surrealizantes, que nos recuerdan la sensorialidad y versatilidad nerudiana, así como la sobrecogedora imaginería alexandriana. Pues, como evoca el autor de La destrucción o el amor, el sentimiento esencial del universo establece una comunión no necesariamente calma, sino las más de las veces cargada de violencia: la misma acción de “ahorcamiento” en el título connota una acción belicosa pero a la vez profunda: sobre los restos inertes brota vida, una nueva vida lista para amar: “Porque debajo del sol todos somos solo sombras / alimentando a las horas y a los gusanos más tarde”. Y en el mismo poema: “Porque el amor invoca a todos los muertos / y los conduce a otro infierno memorable” (p. 15). La fiesta memorable del amor es la fusión de Eros y Tánatos. Por eso “desollo a las fieras de la noche que me hablan de ti” (p. 45).

La solemnidad, sin embargo, da paso en ciertos momentos al humor coloquial y al prosaísmo. Por eso, “tú y yo por eso somos en el aire uno solo / chanchos como caballos montados en el charco del amor / cogoteándonos los cuerpos” (p. 44). Hay, así, una visión ecuménica que traspasa las acciones de los pájaros y de las voces que alimentan el poema. Y esos pájaros son víctimas y a la vez victimarios, enemigos y aliados. Esa aparente contradicción explica el amor, como nos recuerda el famoso soneto quevediano. Por eso, en “Pájaro seis” se llega a la desfachatez de enseñarnos cómo serle infiel a una mujer con ella misma. Desfachatez que mantiene vivo el vuelo diurno (o nocturno, son lo mismo) del amor.

Mautino no inventa nada. Pero sí continúa, con peculiar sensibilidad e imaginería, una tradición amatoria cuya llama se apaga y se enciende, casi infinitamente. Como el paso de los días.

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Lucerna No. 5, Reseñas

Reseña de Aguas oscuras del sueño de Joe Montesinos Illesca (Lucerna No. 5)

Aguas oscuras del sueño de Joe Montesinos

AGUAS OSCURAS DEL SUEÑO
Autor: Joe Montesinos Illesca
Editorial: Cascahuesos
Páginas: 61
Año: 2013

Por: Pamela Medina García

Desde Guardián de acantilados (2010), la poesía de Joe Montesinos viaja simbólicamente a través de ciudades como alertando, en esta lógica de desplazamiento externo, la necesidad interna de movimiento e inquietud creativa. El mismo ímpetu viajero se prolonga en Aguas oscuras del sueño (2013), poemario escrito paralelamente a su primera producción, que profundiza en la experiencia del ahora navegante. Esto se anuncia en los títulos de sus tres secciones: “un bote en la niebla”, “exploración a la isla lejana” y “destierro (paisajes nocturnos)” que no solo cohesionan la propuesta del poeta, sino también señalan una voluntad de alejamiento y movilidad, como la del viajero que deja correr su barca sobre el agua, con la misma fluidez de los símbolos convocados en cada poema.

En este universo, las aguas son un refugio de ensoñación donde la voz poética anhela sumergirse o ahogarse para renacer en imágenes cada vez más alucinadas y llenas de onirismo. Los paisajes neblinosos del trayecto descubren ante el pasajero y su bote una realidad desorbitante que la propia voz intentará enunciar a través de efectos plásticos. Por eso, no es casual que la atmósfera enrarecida de Aguas oscuras del sueño esté rodeada de “horizontes impresionistas” entre nenúfares y cielos estrellados, que aclimatan esa pulsión interna por recrear los paisajes e ilustrar el ingreso a la isla. A esto se suma cierta deuda con el surrealismo de Magritte, no solo por la referencia a los sombreros, los paraguas y las manzanas que el enunciador actualiza como símbolos de su poesía, sino por los golpes de irreverencia necesarios para alejarse de una entrega total a la melancolía y seriedad de la que el poeta rehúye, como en el poema “me enamoré de una manzana”.
La misma voz que construye este “poema-cuadro” anticipa en su universo una consciencia de finitud que dinamiza internamente la obra: el hombre acechado en su entorno por la agonía. Es la manifestación de que todo puede acabar, como en un diluvio bíblico, donde el personaje avanza mientras el enunciador reviste a su balsa de dos formas: un arca inacabada a la que el hombre se aferra y un símbolo noble que la voz poética afirma. Porque solo la barca, góndola, bote o balsa es para este universo onírico el único testimonio de su “viaje azul”, la verdad innegable contrapuesta al carácter fugaz de las figuras ensoñadas, y el único recipiente que alberga las ilusiones y los “paisajes estelares” cosechados por el viajero en sus duras estancias. Esta es la teoría vital del poemario: después de navegar la única prueba del viajero es su bote y su cuerpo; ambos, refugio de sus vivencias difusas.

A pesar del desequilibrio y la inquietud discursiva, la poesía de Joe Montesinos ha entendido, muy silenciosamente, que su impulso para seguir respirando es un conocimiento clave de la finitud. Esto se vislumbra en esa pretensión y necesidad de sumergirse en un agua oscura teñida de duelo de la que vuelve a nacer reinventando todo en símbolos luminosos y nobles.

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