RESINA
Richard Parra
Seix Barral
Año: 2019
Páginas: 183
Por: Miluska Benavides
Con la publicación de la novela Los niños muertos (2016), que recibió una atención seria tanto de crítica en España y Perú, y en especial por la atención de los lectores, la obra del escritor peruano Richard Parra (1976) se consolida por un universo y cuestiones propios. A diferencia del grueso de narrativa peruana contemporánea que tiende a la monologización, a una perspectiva normalizada y normalizante, Los niños muertos aspira a la creación de una versión polifónica, una ambición no ajena a la tradición de la narrativa moderna peruana. Así, la violencia fundante de Lima, los vínculos entre esta gigantesca urbe con otras zonas, hitos y periodos de la historia del país, se tejen en los libros de Parra bajo la forma de un continuum de voces. En su primer libro, Contemplación del abismo (2010) se delinean preocupaciones de una literatura que revela la razón colonial que anima nuestra sociabilidad, como los cuentos del libro que crean un puente entre la colonia y décadas de violencia política. Asimismo, las voces alternan para contar historias propias, y/o las de otros; voces cotidianas que aparecen como revés de la razón, la insanía, las motivaciones de la infamia, que, como bien sabía Borges, sabe a triunfo heroico tantas veces. Aparecidos en 2014, La pasión de Enrique Lynch y Necrofucker dramatizan el revés de la ley para mostrar el núcleo humano. Hago énfasis en el verbo dramatizar porque en la narrativa de Parra la oralidad cumple la función de hacer los personajes y el relato; no solo se presenta textos que se “fingen orales”, sino se registra con soltura los ecos y capas de la ciudad como voces. Este rasgo es característico de su obra, así como la atomización de experiencias o unidades en fragmentos; usos de una imaginación escénica que compone sus ficciones, y que se ha convertido en molde textual en los cuentos de su último libro, Resina (2019).
El vértigo de Resina se impone por sobre las esperanzas de los habitantes de este mundo, visión de una “demolición” —tal como señalaba con acierto sobre su obra la escritora española Marta Sanz. No pocas veces lo que se denomina una obra son versiones/variaciones de un mismo motivo o una sola obsesión, y en el caso de Parra, vemos que sus obsesiones son las modalidades de la infamia, la inquina humana acompañada de lo lúdico y carnavalesco —en su sentido de ser el “revés”—; posiciones en que nos encontramos a diario, y senderos por los que transitamos. A diferencia de Contemplación…, en que se trataba de un primer libro donde se presentan múltiples posibilidades narrativas, Resina consolida una estructura “atomizada” de los relatos. El motivo resina es el hilo conductor de cuentos compuestos por momentos o historias que parecen haber sido suturadas: cada relato comprende retazos, fragmentos y hasta despojos, tanto a nivel de composición como de trama. No hay lugar para el reciclaje ni la redención. En Resina es posible suceder en un vértigo de las circunstancias y la violencia cuyo único cese ocurre en el golpe de la muerte, como les sucede a los protagonistas de “Chevy del 64” o “En el río culebra” que encuentran un cauce en la violencia, que es junto con la muerte, una de las grandes presencias del libro, el cese de la existencia. Este es un recurso de Resina que hace posible el cierre de los relatos y corta el flujo de la violencia, sin que este procedimiento sostenga la ilusión de que la violencia pueda extinguirse. Incluso los momentos más hilarantes del libro se pueden asociar a la acción de recomponer o suturar, como en “Royal Burger” en que su protagonista recompone una noche—y su cuerpo— después de una larga conversación y posterior caída por una borrachera, o las voces de las narradoras de “Camposanto” y “Maz Nah” que atan sus voces a recuerdos —casi biografías—y a sus deseos; personajes que parecen experimentar no una sino muchas vidas. Estos relatos reportan el genio de la improvisación y particularidad de nuestra modernidad; articulan una sucesión de voces, opiniones, juicios, reclamos, errores de sujetos puestos en jaque. La respuesta del escritor dista de imponer una sola lógica o acomodar “lo desacomodado”, su función es mutar en una caja de resonancia de la ciudad a la que —salvo el último cine joven— poco se acostumbra a escuchar; porque estas voces pueden —a oyente distraído o poco acostumbrado a su vértigo y sus habitantes— sonar como chirrido en el espíritu. Por ello quien quiera buscar lo hoy bello-inútil —celebrada prosa del belleletrismo nacional— deberá buscar por otro lado. Quien abra Resina olvídese al confort de los cristianos relatos de reconciliación, o las edificantes sagas y recuerdos de héroes familiares. Parra ha traído de vuelta a la narrativa peruana lo que se esconde del ornamento y el optimismo Marca Perú; sus libros liberan los murmullos acallados de la violencia, los secretos que se susurran en las familias, el caos que ha definido nuestra experiencia nacional, las risas y entramados de las reuniones familiares y de amigos y enemigos, y conversaciones en la soledad, de a dos o grupales, en las esquinas pocos iluminadas, en la penumbra y en la soledad, en sobriedad, alucinación o borrachera; los deseos y sueños que nos han prohibido recordar en voz alta.
Miluska Benavides (Lima, 1986). Narradora y traductora. Ha publicado la traducción de Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud (Biblioteca Abraham Valdelomar, 2012), el estudio Naturaleza de la prosa de José María Eguren (Academia Peruana de la Lengua, 2017) y el libro de cuentos La caza espiritual (Celacanto, 2015). Es doctora en literatura latinoamericana por la Universidad de Colorado Boulder y docente de la carrera de Traducción e Interpretación Profesional de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.