Lucerna No. 5, Poesía

Tres poemas de Luz Ascárate

Luz Ascárate (Callao, 1989)

Silencio

A veces el silencio es algo distinto a la ausencia del ruido.
No es una voz que calla o el final de una frase.
Es un ojo que mira fijamente y en su órbita
un mundo extraño y nuevo se constituye, toma forma.
Voronca

detrás de los cerros
el pishtako
se alimenta como una máquina
ruidosa ignota colosal
de nuestros sueños

donde la tierra es toda mala y olvida
gritamos a veces
pero nadie nos escucha
nadie ya nos quiere y abraza
hemos olvidado a nuestra madre
y el lenguaje de las piedras

el pishtako
dice que sólo somos ruido

cuando nos encuentra de noche
nos llama ruido
cuando camina por las calles
y sube a sus edificios
y prende su máquina de nombrar
cuando nos encuentra
nos llama ruido

ruido ven para darte nombre y voz
nos dice
y al instante nos destaja

cuando nos encuentra de noche
y nos da nombre
cuando pasea armando calles
tras los cerros

así hemos vivido jóvencita séñorito
hablando al silencio

evocándolo
como se evoca lo que
al no conocerse
se necesita y aclama
 
la cara me la quemaron toda
no encontré mi familia
 
gritando al silencio
como lo que yace
en donde no se mira
lo no mentado
 
esta es una reunión privada no puede pasar dice
y me desgajaron el vientre
desde entonces ando en silencio

como lo que yace en lo presente
gritamos al silencio
en el ahora presente
que es siempre oculto
en el antes y el después
en el más nunca y el aquí

y al silencio
el relato de nuestros llantos

en los cerros más altos
en sus rocas más grandes
donde se esconde

el pishtako
su
«expresión mística
es un estímulo más del pensamiento» (Novalis)
y por eso
gritar al silencio
y al silencio

porque del silencio aprendemos
y cuando al silencio volvemos
porque tenemos miedo
únicamente cuando el miedo es hermoso
el silencio nos descansa

nuestra colección de recuerdos tristes y
«toda verdad es antiquísima» (Novalis)
en el silencio.

 

 

Legión

nuestras voces eran puro ruido
hemos aprendido a ser enjutos
simples
para ser escuchados
hemos silenciado nuestros colores
vivos
nos hemos disfrazado de tus
cadáveres
y a la vez de tus pishtakos
nuestro amor se ha configurado en torno a la
ausencia
amamos lo que ya no está
amamos lo muerto

por mucho tiempo
nos han soñado individuos
pero somos
fragmentos
que reposan
en lo que es
lo más particular

búscanos en tus uñas sangrantes
en la voz de tu conciencia
al interior
de la imagen sesgada
en fragmentos irreconciliables

nos dijeron con expresiones felices
silencio aporía paradoja
pero somos ruido y evidencia

las explicitaciones suturan al sentimiento
eso ya lo hemos aprendido
así como el simple ser
un intercambio
un lugar fijo
un tiempo dado
un trofeo
un compartimento enjuto
la privación
la no excelencia
la búsqueda insaciable
somos legión y ya no hay dios para salvarnos

 

 

I

 

la violencia de las cosas es la inamovilidad
percibir la inmovilidad de las cosas es una acción violenta

tú guardas el secreto de las cosas
como una historia a descubrir
y ocasionalmente a cuidar

para aligerar el espíritu hay que recurrir al movimiento
huir de las decisiones inmóviles

tú temes que tu vista hiera cualquier atmósfera
ablandas por eso el corazón

yo creo que una gran fortaleza protege un paisaje borroso
y que la violencia de las palabras traduce la violencia de las cosas

tú recoges sus colores
marfil, naranja

los vidrios prolongan la quietud de los estantes
y sus libros, tu mundo mágico

en todo lo que acoges en el vientre siempre estuvo presente
–como un fantasma–

–en el perfume de las cosas–
–en los árboles que pasean lejos–

aquel pishtaco cuya partida coleccionas una vez más
aunque ya no haya de donde asirse
o mirar

porque tú guardas el secreto de las cosas
su devenir

y yo transcribo con nombres y promesas
su violencia

 

 

Luz Ascárate (Callao, 1989). Es docente de la universidad París I Panthéon-Sorbonne y está calificada a las funciones de maître de conférences en filosofía en la campaña 2020 del CNU de Francia. Es doctora en “Filosofía y ciencias sociales” por la PUCP (Lima) y la EHESS (París), bajo la modalidad “cotutela”, con una tesis sobre los conceptos de imaginación y emancipación en la filosofía de Paul Ricoeur. Realiza actualmente una tesis en ontología fenomenológica en la universidad París I Panthéon-Sorbonne. Ha publicado poemas y artículos académicos en revistas diversas, así como contribuciones en libros colectivos. Sus publicaciones se sitúan en la intersección de la fenomenología hermenéutica y de la filosofía social. Estos poemas serán parte de su primer libro La redención del pishtako o la máquina del movimiento perpetuo, de próxima publicación.
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Editoriales, Lucerna No. 5

Editorial de Lucerna N° 5

Portada revista Lucerna No. 5

Se vive actualmente un momento de intensa actividad literaria en todo el Perú. Como son cada vez mayores las facilidades que se encuentran para la publicación independiente, los nuevos escritores que quieren dar a conocer su obra, ya no dependen tanto de las grandes editoriales, mayormente reacias a apostar por lo nuevo y lo audaz, ni del favor de la crítica institucionalizada. Ahora pueden, sin intermediarios, mostrar sus creaciones directamente a sus potenciales lectores. Ello contribuye a estimular la creación literaria y a dinamizar el mercado editorial, que ya no depende de monopolios ni de un pensamiento crítico único y excluyente.

Esto, que sin duda es beneficioso para el mercado literario peruano, tiene, no obstante, como contraparte el que genera la atomización y dispersión de los esfuerzos por crear una literatura que refleje una experiencia colectiva y, en consecuencia, hace más difícil el surgimiento de una generación literaria que se articule en torno a un proyecto estético común, más ambicioso y verdaderamente renovador. Existen, desde luego, intercambios, pero estos se dan más como iniciativas individuales aisladas, pocas veces alrededor de ideales estético-literarios. Esto trae como resultado, la ausencia de una literatura que pueda ser considerada nacional, en el sentido de que pueda reflejar y ser reconocida como propia por los distintos actores que intervienen en el proceso literario peruano. Los proyectos literarios, por lo tanto, ya no serán más colectivos, sino únicamente individuales y los escritores ya no representarán a nadie más que a sí mismos. De esta situación pueden surgir algunos buenos autores, pero difícilmente una generación literaria que deje huella en la historia de la literatura peruana.

Hace falta, a nuestro modo de ver, sumar esfuerzos y propiciar un diálogo y un mayor intercambio entre los distintos grupos literarios, pero no alrededor de obras o personajes de culto, sino en torno a ideas y estilos literarios. Con cada nuevo número, Lucerna espera consolidarse como un proyecto con ideales estéticos bien definidos, pero con espíritu integrador y abierto a propuestas diferentes y renovadoras. Con este objetivo en la mira, anunciamos la creación del sello Lucerna Editores y el próximo lanzamiento de nuestras primeras publicaciones en lo que viene del presente año. La editorial y la revista serán dos proyectos paralelos que, aunque inspirados por objetivos comunes, tratarán de mantenerse independientes, pero siempre unidas por la devoción por el arte y la literatura.

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Lucerna No. 5, Reseñas

Reseña de Aguas oscuras del sueño de Joe Montesinos Illesca (Lucerna No. 5)

Aguas oscuras del sueño de Joe Montesinos

AGUAS OSCURAS DEL SUEÑO
Autor: Joe Montesinos Illesca
Editorial: Cascahuesos
Páginas: 61
Año: 2013

Por: Pamela Medina García

Desde Guardián de acantilados (2010), la poesía de Joe Montesinos viaja simbólicamente a través de ciudades como alertando, en esta lógica de desplazamiento externo, la necesidad interna de movimiento e inquietud creativa. El mismo ímpetu viajero se prolonga en Aguas oscuras del sueño (2013), poemario escrito paralelamente a su primera producción, que profundiza en la experiencia del ahora navegante. Esto se anuncia en los títulos de sus tres secciones: “un bote en la niebla”, “exploración a la isla lejana” y “destierro (paisajes nocturnos)” que no solo cohesionan la propuesta del poeta, sino también señalan una voluntad de alejamiento y movilidad, como la del viajero que deja correr su barca sobre el agua, con la misma fluidez de los símbolos convocados en cada poema.

En este universo, las aguas son un refugio de ensoñación donde la voz poética anhela sumergirse o ahogarse para renacer en imágenes cada vez más alucinadas y llenas de onirismo. Los paisajes neblinosos del trayecto descubren ante el pasajero y su bote una realidad desorbitante que la propia voz intentará enunciar a través de efectos plásticos. Por eso, no es casual que la atmósfera enrarecida de Aguas oscuras del sueño esté rodeada de “horizontes impresionistas” entre nenúfares y cielos estrellados, que aclimatan esa pulsión interna por recrear los paisajes e ilustrar el ingreso a la isla. A esto se suma cierta deuda con el surrealismo de Magritte, no solo por la referencia a los sombreros, los paraguas y las manzanas que el enunciador actualiza como símbolos de su poesía, sino por los golpes de irreverencia necesarios para alejarse de una entrega total a la melancolía y seriedad de la que el poeta rehúye, como en el poema “me enamoré de una manzana”.
La misma voz que construye este “poema-cuadro” anticipa en su universo una consciencia de finitud que dinamiza internamente la obra: el hombre acechado en su entorno por la agonía. Es la manifestación de que todo puede acabar, como en un diluvio bíblico, donde el personaje avanza mientras el enunciador reviste a su balsa de dos formas: un arca inacabada a la que el hombre se aferra y un símbolo noble que la voz poética afirma. Porque solo la barca, góndola, bote o balsa es para este universo onírico el único testimonio de su “viaje azul”, la verdad innegable contrapuesta al carácter fugaz de las figuras ensoñadas, y el único recipiente que alberga las ilusiones y los “paisajes estelares” cosechados por el viajero en sus duras estancias. Esta es la teoría vital del poemario: después de navegar la única prueba del viajero es su bote y su cuerpo; ambos, refugio de sus vivencias difusas.

A pesar del desequilibrio y la inquietud discursiva, la poesía de Joe Montesinos ha entendido, muy silenciosamente, que su impulso para seguir respirando es un conocimiento clave de la finitud. Esto se vislumbra en esa pretensión y necesidad de sumergirse en un agua oscura teñida de duelo de la que vuelve a nacer reinventando todo en símbolos luminosos y nobles.

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Artículos, Lucerna No. 5

Vivir a través de una canción: la vitalidad de la poesía de Javier Sologuren (Lucerna N° 5)

Javier Sologuren

[Extracto del artículo «Vivir a través de una canción: la vitalidad de la poesía de Javier Sologuren» publicado en Lucerna No. 5 (Julio 2014)]

Por: Daniel Romero Suárez

[…]

Plenitud poética: La hora (1980)

La hora es parte de los poemas de largo aliento de Sologuren. El primero es Estancias en el que, como hemos revisado rápidamente, se da una síntesis de los motivos y raíces de la voz poética. Luego viene Recinto (1967) que, en palabras de Peter Elmore, “sitúa al sujeto en un espacio físico –simultáneamente natural y cultural– trabajado por la arqueología. La excavación es el correlato de la reflexión sobre la búsqueda del sentido: hacia el final, la vertiginosa enumeración de datos y vivencias parece el equivalente existencial de un catálogo de tesoros desenterrados”.En La hora, aunque debemos suponer que se tiene como base las experiencias personales del poeta, se trata de una aventura universal de búsqueda de la poesía a la luz de experiencias pasadas.

El poema inicia con la intranquilidad que el pasado le produce a la voz poética. Las “palabras y sucesos [que] desuellan la conciencia” son los que provocan la aventura que, como se verá, no seguirá necesariamente un desarrollo lineal, y será, por lo tanto, una aventura que deflagra, que arde súbitamente, en diversos puntos. La aventura se inicia con la imagen de un barco que se debate entre dos polos: el desorden calmado (“vórtice devuelto a la quietud y a la calma”) y la celebración del desorden (“vivo irrefrenablemente en su locura”). Esta antítesis crea “[…] una mortal riqueza / con los azogados planos / del agua”. Y el agua, corrupta, genera un primer fracaso: “naufragan los mensajes”.  Sin embargo, en esta situación, “el no abatido pero golpeado entendimiento” surge como la posibilidad de salvación, pues se acerca a una primera figura del arte, la alegoría, y se considera el mar, que antes provocó el naufragio, ya no como lugar de deterioro, sino como el destino que producirá la escritura.

[…]

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Artículos, Lucerna No. 5

Trakl: más allá de la muerte, la descomposición y la decadencia (Lucerna N°5)

[Extracto del artículo «Trakl: más allá de la muerte, la descomposición y la decadencia» publicado en Lucerna No. 5 (Julio 2014)]

Por: Luis Landa Rojas

[…]

Trakl alcanzó reconocimiento general después de su muerte gracias a las publicaciones de Kurt Wolff, descubridor de Kafka y editor de otros expresionistas. Sin embargo, un nombre fundamental en su fugaz carrera literaria es Ludwig Ficker, a quien conoció en Innsbruck en 1912, como editor de la revista Der Brenner (que se podría traducir como El fanal o El incendiario). Ficker representó un papel relevante no solamente en la difusión de la poesía de Trakl (fue él, además, quien recibió de sus manos los dos últimos poemas en el hospital militar), sino que se encargó de organizar el entierro del poeta en el cementerio de Mülhau, ciudad donde, asimismo, lo cobijó en vida, antes de la primera guerra mundial. La intensa pero breve obra de Trakl se compuso desde 1904 hasta su muerte en 1914, y cuenta con publicaciones póstumas. En total, la constituyen alrededor de ciento doce poemas, algunas pocas obras teatrales –que tradujo y que también compuso, y que, a la vez, se encargó de destruir, como “El día de la muerte” (Totentag) y “Fata Morgana”– y algunas cartas, en su mayoría sin fecha.

Muerte, descomposición, decadencia suelen ser temas recurrentes en la poesía de Trakl. A través de una simbología de colores, sensaciones y metáforas que recrean la naturaleza en función de una representación alegórica, su oscura poesía adquiere un contundente significado. El poeta logra una inmersión en la perspectiva muy subjetiva e individual del yo poético, a la vez que accede a un ámbito universal o colectivo. Hacia el final de sus poemas se encuentra este discurso que linda con un carácter ecuménico en “Canción de occidente” (Abendländisches Lied) de la colección titulada “Canto septenario de la muerte”. La voz poética procura un tono melancólico –suerte de evocación elegíaca– con el que se involucra a partir de un recuento de colectividades que configuran este universo de ocaso, universo de decadencia. Ya el título evoca en el adjetivo compuesto por “Abend” y “ländisches” tanto la tierra como la idea de ocaso, anochecer u oscurecer; es decir, la canción tendrá como motivo (adjetivado) la declinación de esta tierra. El yo lírico inicia una enumeración de evocaciones impregnadas de sensaciones, colores y oscuras simbologías a partir del eje temático del título. En primer lugar –como acostumbra Trakl en muchos poemas– expone el ambiente enrarecido con la evocación del primer verso: “Oh aleteo nocturno del alma”. Hacia un sujeto etéreo, la voz poética se revela colectiva y concretamente en un “nosotros, pastores”. Inmediatamente compone la primera estrofa a partir de la descripción del entorno de la situación de calma que evidencia la técnica recurrente de expresar los epítetos con colores y otros efectos sensoriales: “rojo venado”, “flor verde”, “murmurante manantial”, “bosques ensombrecidos”, “antiquísimos sones del grillo”, “la calma verde del estanque”. Todas estas referencias asociadas a la percepción (con sinestesias, metáforas y aliteraciones que las exaltan) conciertan un primer momento de la colectividad y que esta misma, probablemente, continúa desarrollándose en las siguientes estrofas. Por ejemplo, en la segunda, la evocación al momento o carácter bélico de esta comunidad se encuentra soterrada en palabras como “Cruzadas”, “caída de los frutos purpúreos”, “guerreros”. En este punto se observa un evidente contraste entre ambas estrofas que, sin embargo, se conciertan en el “aleteo nocturno del alma” y en “el tierno manojo de ancianos de la noche” que abren y cierran la primera y segunda perspectiva de esta mitad del poema.

La tercera estrofa revela al yo poético encarnado ya no en pastores, sino en “monjes pacíficos” para acceder a un ámbito espiritual de la colectividad –no explícitamente religiosos, a pesar de las referencias directas– en una suerte de entorno de meditación profunda para alcanzar la perfección o la revelación de lo más esencial simbolizado, quizá, en la lucha “por alcanzar el semblante vivo de Dios”. Nuevamente tanto las acciones como “prensar la uva”, y las descripciones de la naturaleza como el resplandor de la colina y el bosque revelan la quietud que nuevamente se opone a la carga bélica de la estrofa anterior.

[…]

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Lucerna No. 5, Reseñas

Reseña de Solo un punto de Julio Meza (Lucerna No. 5)

Julio Meza Díaz - Solo un punto

SOLO UN PUNTO
Autor: Julio Meza Díaz
Editorial: Cinosargo
Páginas: 136
Año: 2014
Segunda edición

Por: Carlos Morales Falcón

Cuando leí por primera vez Solo un punto me agradó la agilidad de la narración que iba sucediéndose en escenas que conformaban un todo organizado. La segunda edición de esta novela, más cuidada, le hace justicia a este contenido. Solo un punto es una novela grupal, en un colegio autoritario, el San Augusto, en donde se ejerce la violencia como método de formación. En esa estructura vertical, con rituales de racismo y sexualidad desembozada, un grupo de alumnos se une y rebela formando una revista, es decir, esgrimiendo contra la brutalidad la palabra escrita. La novela se inscribe así en una larga tradición de nuestra literatura situada en la insurrección del ambiente escolar y adolescente, como Los jefes, La ciudad y los perros, El viejo saurio se retira, Los hijos del orden o “Sobre los modos de ganar la guerra”. ¿Qué diferencia y hace especial la novela de Julio Meza? Creo que la forma en que ha construido sus personajes. Estos no llevan nombres precisos sino apodos que los distinguen: Él, El amigo talentoso, El andino profundo, Tontito, El cándido, El loco degenerado, El Perro, El idiota muy idiota y, en el lado de los profesores, El Padre Director, El Italiano Salvaje, El maldito, El profesor cervecero, La profesora del calzón, La profesora cremosa.

Este uso de los apodos, frecuente en los colegios, es llevado al extremo por la violencia instituida en el San Augusto que reproduce, con regocijo, las condiciones sociales y las normas de valores de un país cercado por prejuicios, apagones y amenazas de bombas terroristas. Este verticalismo brutal en el trato normal ha construido la subjetividad de los personajes a través de la mirada del otro, de manera que, en la novela, uno no se llama, sino que lo dicen, lo nombran y lo catalogan con apelativos que los definen. Esa mirada del otro que, en otras circunstancias, modelaría la individualidad y alentaría la diferencia, en Solo un punto subordina y cosifica, por eso la búsqueda de los alumnos disidentes porque su individualidad sea reconocida.

Pero este uso de apodos se explica, además, por un deseo de caricaturizar. Hacer caricatura mediante apelativos, acentuando los defectos o estereotipos, con sarcasmo y situaciones de humor, es también un cuestionamiento moral a través del absurdo. Cada escena se construye como una “viñeta” en donde a un personaje lo persigue una nube negra de lluvia, otro empolla en situaciones de crisis un huevo y se alargan por los recuadros las risas macabras de los villanos. Siendo una novela realista, estos rasgos trasgreden a su vez las pretensiones referenciales del realismo y reafirman la naturaleza ficticia de la narración. A menudo, es una apelación, un extrañamiento para llamarnos la atención sobre una referencialidad que se niega. En esa dirección, Julio Meza concilia la alta y baja cultura para ordenar en su novela el rigor violento, el racismo, la ciudad y lo desmesurado, fijando una posición: la de un escritor que se sitúa del lado de los justos.

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Lucerna No. 5

Poema inédito de José María Eguren en el quinto número de Revista Lucerna

José María Eguren

En la quinta edición de revista Lucerna publicamos de manera facsimilar, «Kábala», un poema de José María Eguren (1874-1942) que hasta el momento no ha sido recopilado dentro de su obra poética completa ni se ha publicado en revistas. El poema viene precedido de una presentación del especialista egureniano Ricardo Silva-Santisteban, en la cual señala: «El manuscrito del poema, una hoja de 15.0 x 20.5 cm. escrita por un solo lado, fue donado recientemente por la sobrina nieta del poeta Teresa Bérninzon Eguren al Instituto Riva Agüero, donde se conserva, y al que agradecemos habernos proporcionado una copia.»

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Los alimentos terrestres, Lucerna No. 5

Edición bilingüe e ilustrada de El caballero avaro de Alexandr Pushkin

El caballero avaro de Alexandr Pushkin

El caballero avaro de Alexandr Pushkin

El caballero avaro de Alexandr Pushkin, es la primera publicación de Lucerna Editores y la primera entrega de su colección «Los alimentos terrestres» de clásicos universales. Se trata de una edición bilingüe español-ruso con ilustraciones de Vladímir Favorsky y traducción de Ricardo Silva-Santisteban y Anna Naoumova. Esta obra se publica en forma de separata incluida en la quinta edición de la revista Lucerna. A continuación, algunas páginas de la presente edición.

El caballero avaro de Alexandr Puskin

El caballero avaro de Alexandr Pushkin

El caballero avaro de Alexandr Pushkin

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Lucerna No. 5, Reseñas

Reseña de (ella) de Jennifer Thorndike (Lucerna No. 5)

Portada de (ella) de Jennifer Thorndike

(ella)
Autora: Jennifer Thorndike
Borrador Editores
Páginas: 108
Año: 2014
Segunda edición

Por: Julio Isla Jiménez

En el tan pujante como ingrato mercado de la publicación independiente, una reedición puede valer tanto o más que un premio literario: significa el espaldarazo del lector y el beneplácito de la crítica independiente. Pero esta temporal aquiescencia no exime a las obras reeditadas de que sean nuevamente examinadas con el mismo ojo avizor que se pone sobre los libros publicados por primera vez. De esta manera podremos comprobar cuán justificada estuvo dicha reedición. Como en efecto veremos que lo está, esta nueva edición de (ella), la primera novela de Jennifer Thorndike (Lima, 1983), publicada hace dos años.

Y lo está porque en tiempos en que el carácter inconmovible y pretendidamente sagrado de algunas instituciones sociales se ha tornado insostenible, son necesarias ficciones con el poder cuestionador y transgresor de (ella). La transgresión consistirá, pues, a grandes rasgos, en la desacralización del que se supone que es el último reducto de pureza en un mundo de valores en perpetuo entredicho: el amor parental. Cuando las perversas leyes de dominación que dan cuerda al tejido social se reproducen también en este ámbito, pueden dar lugar a extremos de crueldad inusitados. La indisolubilidad del vínculo natural puede constituir, en este sentido, un cepo aún más férreo que cualquier otro, y cuando extrema sus demandas puede llegar a exigir, no solo una sumisión absoluta, sino la total enajenación de la persona, su transformación en un espectro que no es más que la proyección de una dependencia y un control enfermizos que no parecen terminar con la muerte.

Todo este proceso de degradación y aniquilamiento es vívidamente experimentado por la protagonista sin la menor posibilidad de consuelo o redención. No encontraremos, pues, aquí a una heroína que, a pesar de su derrota, obtenga cierta dignidad con su caída. Pues aunque hay un tenue intento de volver a empezar, el dominio ha sido tan absoluto que al desaparecer el agente que lo ejercía, la madre, con ello le ha privado al mismo tiempo del sustrato vital que le suministraban el odio y la culpa. Si no hay rebelión y la aniquilación es completa, ¿en dónde radica, pues, el poder transgresor de (ella)? Pues de la misma forma en que un martirio voluntariamente aceptado, al poner de manifiesto la crueldad e irracionalidad de las reglas de un sistema, termina por socavar sus fundamentos, en la cruda y minuciosa descripción de los extremos de sometimiento a los que es empujada la protagonista en nombre del amor filial, encontramos el más severo cuestionamiento de una institución, cuyos imperativos morales se distorsionan cuando sus mandatos son considerados más importantes que la vida de los hombres y mujeres que están al amparo de sus leyes. Sueños, ilusiones, sentimientos, todo en cuanto brote algo de aliento vital, es sacrificado en el altar filial para mostrarnos el potencial deshumanizador implícito en algunos de nuestros valores más sagrados. Más allá de otras virtudes narrativas, en este poder cuestionador creemos que se encuentran los valores más permanentes de (ella) y la mejor justificación para su reedición.

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Lucerna No. 5, Reseñas

Reseña de Austin, Texas 1979 de Francisco Ángeles (Lucerna No. 5)

Portada de Austin, Texas 1979

AUSTIN, TEXAS 1979
Autor: Francisco Ángeles
Editorial: Animal de invierno
Páginas: 141
Año: 2014

Por: Julio Isla Jiménez

Aunque la crisis existencial de Pablo, protagonista de Austin, Texas 1979 –la segunda novela de Francisco Ángeles (Lima, 1977)– sea el hilo conductor y el eje que articula las dos historias intercaladas en su relato, son estas dos historias las que, a mi modo de ver, concentrarán el mayor interés de la novela y entre las cuales se encuentran sus páginas más memorables. Las historias del psicólogo y del padre de Pablo, aunque encuadradas dentro del relato de la crisis del protagonista, adquieren cierto grado de independencia al ser referidos en extenso y con gran profusión de detalles hasta la conclusión de cada uno, terrible en el caso de la historia del psicólogo, más esperanzadora en el caso del padre.
Esta independencia se consigue gracias a una voz narrativa detallista, intensamente subjetiva, rica en matices e inflexiones, que aun cuando cede su lugar a otros narradores –la hija del psicólogo y el padre de Pablo–, no deja de engarzar constantes observaciones y acotaciones en los relatos ajenos. Esta continua intromisión, que en un narrador con menos oficio podría resultar cansina y morosa para la fluidez del relato, en Austin, Texas 1979 nos muestra más bien a un autor con grandes dotes de observador y una mirada atenta a todos aquellos sucesos que, aparentemente inofensivos, esconden un potencial revelador, y que es consciente de que los efectos de ciertas acciones pasadas, lejos de agotarse por el mero paso del tiempo, necesitan ser desentrañados y examinados a la luz del presente.

En ambas historias alienta la convicción de que no existe nada fijo ni estable en aquello que llamamos realidad, pues aun lo que parece más sólido puede ser trastornado de un momento a otro, como confiesa el padre del protagonista: “No entendía cómo podía abrirse una grieta tan fácilmente en una vida consolidada, en una vida que me había costado tanto enrumbar. Y de pronto, con gran esfuerzo, consigues un rumbo, un horizonte, una dirección, y después, de improviso, […] te das cuenta de lo precaria que es esa estabilidad que juzgabas segura” (113). Cuando se abren estas grietas, la única forma de evitar el total descalabro será mediante la adopción de medidas que, aunque no nos dejarán del todo indemnes, lograrán mantenernos a flote. Estas medidas pueden ser crueles, como en la historia del psicólogo, o de abnegada renuncia voluntaria, como en la historia del padre del Pablo, pero en ambos casos, la fuerza de los acontecimientos exige una decisión arriesgada, que no dejará de tener consecuencias en el futuro. Funestas para el psicólogo, pues deberá hacer frente al incontenible odio de su hija, y agridulces para el padre, que no deja de preguntarse por el rumbo que podría haber tomado su vida si hubiera llevado las cosas hasta el final, aquel lejano día de 1979 en Austin, Texas. Confrontarnos con la inestabilidad esencial de la existencia, a través de una narración que conjuga una notable capacidad para la observación y el detalle con una gran destreza narrativa, constituyen los mayores méritos de la novela.

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