Luz Ascárate (Callao, 1989)
Silencio
A veces el silencio es algo distinto a la ausencia del ruido.
No es una voz que calla o el final de una frase.
Es un ojo que mira fijamente y en su órbita
un mundo extraño y nuevo se constituye, toma forma.
Voronca
detrás de los cerros
el pishtako
se alimenta como una máquina
ruidosa ignota colosal
de nuestros sueños
donde la tierra es toda mala y olvida
gritamos a veces
pero nadie nos escucha
nadie ya nos quiere y abraza
hemos olvidado a nuestra madre
y el lenguaje de las piedras
el pishtako
dice que sólo somos ruido
cuando nos encuentra de noche
nos llama ruido
cuando camina por las calles
y sube a sus edificios
y prende su máquina de nombrar
cuando nos encuentra
nos llama ruido
ruido ven para darte nombre y voz
nos dice
y al instante nos destaja
cuando nos encuentra de noche
y nos da nombre
cuando pasea armando calles
tras los cerros
así hemos vivido jóvencita séñorito
hablando al silencio
evocándolo
como se evoca lo que
al no conocerse
se necesita y aclama
la cara me la quemaron toda
no encontré mi familia
gritando al silencio
como lo que yace
en donde no se mira
lo no mentado
esta es una reunión privada no puede pasar dice
y me desgajaron el vientre
desde entonces ando en silencio
como lo que yace en lo presente
gritamos al silencio
en el ahora presente
que es siempre oculto
en el antes y el después
en el más nunca y el aquí
y al silencio
el relato de nuestros llantos
en los cerros más altos
en sus rocas más grandes
donde se esconde
el pishtako
su
«expresión mística
es un estímulo más del pensamiento» (Novalis)
y por eso
gritar al silencio
y al silencio
porque del silencio aprendemos
y cuando al silencio volvemos
porque tenemos miedo
únicamente cuando el miedo es hermoso
el silencio nos descansa
nuestra colección de recuerdos tristes y
«toda verdad es antiquísima» (Novalis)
en el silencio.
Legión
nuestras voces eran puro ruido
hemos aprendido a ser enjutos
simples
para ser escuchados
hemos silenciado nuestros colores
vivos
nos hemos disfrazado de tus
cadáveres
y a la vez de tus pishtakos
nuestro amor se ha configurado en torno a la
ausencia
amamos lo que ya no está
amamos lo muerto
por mucho tiempo
nos han soñado individuos
pero somos
fragmentos
que reposan
en lo que es
lo más particular
búscanos en tus uñas sangrantes
en la voz de tu conciencia
al interior
de la imagen sesgada
en fragmentos irreconciliables
nos dijeron con expresiones felices
silencio aporía paradoja
pero somos ruido y evidencia
las explicitaciones suturan al sentimiento
eso ya lo hemos aprendido
así como el simple ser
un intercambio
un lugar fijo
un tiempo dado
un trofeo
un compartimento enjuto
la privación
la no excelencia
la búsqueda insaciable
somos legión y ya no hay dios para salvarnos
I
la violencia de las cosas es la inamovilidad
percibir la inmovilidad de las cosas es una acción violenta
tú guardas el secreto de las cosas
como una historia a descubrir
y ocasionalmente a cuidar
para aligerar el espíritu hay que recurrir al movimiento
huir de las decisiones inmóviles
tú temes que tu vista hiera cualquier atmósfera
ablandas por eso el corazón
yo creo que una gran fortaleza protege un paisaje borroso
y que la violencia de las palabras traduce la violencia de las cosas
tú recoges sus colores
marfil, naranja
los vidrios prolongan la quietud de los estantes
y sus libros, tu mundo mágico
en todo lo que acoges en el vientre siempre estuvo presente
–como un fantasma–
–en el perfume de las cosas–
–en los árboles que pasean lejos–
aquel pishtaco cuya partida coleccionas una vez más
aunque ya no haya de donde asirse
o mirar
porque tú guardas el secreto de las cosas
su devenir
y yo transcribo con nombres y promesas
su violencia