Poesía

Tres poemas de Elizabeth Peláez Sagástegui

¿Es que acaso ese puerto existe?

                                                                               a Blanca Varela e Inio Asano

En un remoto pueblo de la costa

hay una playa que nunca está ocupada,

ni siquiera cuando llega el verano…

¿es que acaso ese puerto existe?

me pregunta el rumor del oleaje

mientras camino entre crustáceos milenarios

y rojas algas prístinas…

En un remoto pueblo de la costa

el mar y el cielo amanecen en calma

y los pájaros cantan

sobre la cabeza de los pescadores

que preparan la chalana para la faena matutina…

En un remoto pueblo de la costa

recibo la bendición del santo

y me subo al último Ichmay…

veo la playa por última vez

y ya no me importa ahora porque,

después de tanto naufragio a la deriva,

el rumor del oleaje me dice

que ese puerto existe.

Hojas de esperanza

en el jardín de las palabras

escribo…

y vuelvo a escuchar tu nombre

(una y otra vez)

como si fuera la primera vez

que nos vemos

entre las hojas tranquilas de los parques

cuando llega el verano…

¿es la tristeza de las hojas pálidas

llenas de esperanza?

me pregunta el corazón

(una y otra vez)

mientras escribo tu nombre en la rama

que nace bajo la lluvia

en el jardín de las palabras.

Crisantemo

“Una vez intenté alcanzar el cielo

y fue mala idea, pues no hice más

que hundirme en la tierra”.

(Edward Elric)

…y las hojas del Crisantemo

vuelven a caer sobre este jardín

donde una tarde lejana,

muy lejana,

fuimos la obra magnífica

de un cuerpo enamorado…

¿hojas de azul o de invierno?

es tiempo ya de que aceptes

amado Crisantemo mío,

que una tarde lejana,

muy lejana,

quisiste volar alto,

muy alto,

y que (¡otra vez!) vanamente caíste,

como una dulce balada

de poeta triste.

Elizabeth Peláez Sagástegui (Callao, 1992). Es magíster en Literatura Hispanoamericana por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Miembro del Círculo de estudios japoneses Tenjin (– 天 神 学 団) y de la Red Iberoamericana de Investigadores en Anime y Manga (RIIAM). Fue redactora web de la primera revista otaku del Perú Proyecto Sugoi. Fue docente en Satori – Asociación Cultural (悟り). Ha publicado poemas en Liberoamericanas: 100 poetas contemporáneas (Liberoamérica editorial, 2018), El mar no cesa (Ángeles Del Papel Editores, 2019), Puerto de letras. Poetas del Callao en el Bicentenario (Ángeles Del Papel Editores, 2021) y, la más reciente, Flores de otoño. Antología del taller de creación de haiku (Personaje Secundario, 2023).

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Lucerna N°14, Poesía

Tres poemas de Karla Gil Espinoza (Lucerna N°14)

Canarios
La esfera ha sido tragada por tus verdes entrañas.
Repites el nombre de ella mientras agonizas en el tintero.
Renuncias a la idea que tuviste de niño
de recolectar estrellas en un balde sin fondo.

No están los dioses en el norte,
persigues la tibieza de cuatro tuertos canarios.
(Todo o nada)
Tu vapor incrementa el aroma de ella (o: su aroma) en tu circular habitación,
La esfera compromete tus pulmones y el minutero dilata tu salida.

Polillas,
tildes
y franceses distraídos componen tu silencio.

El amanecer,
los canarios,
el tintero
y el canillita de la esquina se observan,
y están a punto de revelar al infierno, un nombre.

Morfina
Soy carroña de mis propias manos,
carne en estado de genuflexión.

Espinas espejos agujas
se diluyen bajo mi piel.

Soy navaja y hago parir la mirada de un dios
que tiembla ante una taza de café.

Pétalos lodo ojos,
se dilata a lo lejos una lengua una lámpara.

Bosques encendidos
Y así, posan lento las aves
sobre una campana triste
y espera ser anunciada
por las manos del siglo dieciocho.

La colmena sangra mi pecho
es la niña flor de plata
cuerpo de sal
que enciende bosques de algarrobos.

Zafiros crujen en la fosa tibia,
en la que se esconden sus manos.

Caminos de serpientes azules,
aceleran el hambre de la niña.
¿Por qué llorar a maderos que no responden?

Karla del Pilar Gil Espinoza (Lambayeque, 1995). Licenciada en Educación Secundaria Lengua y Literatura de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque. Directora y fundadora del Club de Lectura “Bestiario”.  Actualmente, se desempeña como docente de Comunicación en el Colegio San Agustín de Chiclayo, es voluntaria y difusora de la Organización cultural La Noche de los Libros. En 2020, publicó en las antologías Camino al este y Polifonía oculta del Fondo de Cultura Económica, y en 2021, en el poemario colectivo Máquinas en proceso de la Editorial Máquina Purísima.

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Lucerna N°14, Reseñas

Reseña de Apacheta de Lourdes Aparición (Lucerna N°14)

Reseña de Apacheta en Lucerna 14 por Sheridan Medina

Reseña publicada en Lucerna N°14

Hipatia Ediciones
Año: 2021
Páginas: 86

Por: Sheridan Medina Cabrera

Acostumbradas a conocer nuestra historia, los dramas trascendentales de la vida, los grandes relatos épicos desde la perspectiva masculina, y a través de su palabra, entender nuestra existencia y participación en la esfera pública como mujeres ha sido un ejercicio que hemos reclamado profesar, particularmente en el oficio literario. Para nosotras, la palabra ha sido un campo de batalla. Las poéticas migrantes representativas del siglo XX como la de César Vallejo, José María Arguedas, Leoncio Bueno, entre otros, presentan diversas épicas de la migración en las que el hombre es el protagonista. A partir de su subjetividad, se registran y poetizan los éxodos migratorios más relevantes de nuestra historia, aquella que denominamos “poesía migrante”. Con la entrada de miradas críticas que atienden la existencia de las mujeres como sujetas históricas, se ha llamado la atención sobre su rol en los diversos procesos sociales y, en el caso de los estudios literarios, sobre la caracterización de su voz poética y su representación en la literatura. En este contexto, surge Apacheta (2021) de Lourdes Aparición (Apurímac, 1993). Dividido en tres partes, “Mujer”, “Tierra” y “Altar”, el poemario explora la enunciación de un discurso migrante construido según la mirada, subjetividad y lenguaje de una mujer migrante e hija de migrantes.

Como la apacheta, ese montículo de piedras que se erige a la mitad de los caminos para agradecer y pedir protección a la Pachamama, este libro es un conjunto de memorias y vivencias relatadas desde el yo, pero también desde una voz coral y colectiva. Es el registro del tránsito de la viajera por el camino de la historia de su comunidad, de sus ancestros y ancestras, particularmente de sus mujeres. En Apacheta, la mirada migrante se desliza entre la experiencia colectiva y la vivencia personal, entre la memoria histórica de su comunidad y la memoria familiar. El ayer y el hoy, el campo y la urbe se articulan a partir de una retórica que contrasta sus diferencias y las emplaza en la experiencia migrante de una mujer que da testimonio de su propia migración, pero enuncia también, a través de su voz, la de sus antecesoras: “[…] ustedes mujeres / que bajan de todos los cerros / de todas las quebradas / de las ciudades en escombros / escuchen / mujeres tejedoras de sueños ajenos / artistas anónimas de las ciudades silenciosas […] escuchen también / a las otras mujeres / no es ocho de marzo / no es catorce de febrero / pero escuchen / hoy estamos / como en 1955 / rotas” (14).

Existen dos aspectos que remarcar en Apacheta, su carácter épico migrante y la voz de la mujer como protagonista del periplo. Respecto al carácter épico y la tradición en la que se inserta, la poesía migrante aborda el fenómeno migracional como un proceso histórico reivindicativo en que el protagonista, tradicionalmente hombre, emprende una travesía de la cual es el héroe. Este periplo se caracteriza constantemente como parte de un designio divino, pues corresponde a una cosmovisión mesiánica en la que el retorno del orden prehispánico es inexorable. El mito del Inkarri se alude en estos textos para profesar la vuelta de un orden perdido, que el éxodo migratorio andino repondrá tarde o temprano. En Apacheta se aborda esta representación mítica de la migración no solo a partir de la intertextualidad con el mito, como en el poema “Nuestro rostro” o “Hemos dejado a los Apus durmiendo”, sino también desde la metatextualidad con la tradición de la poesía migrante andina, referida en los epígrafes de Arguedas y Leoncio Bueno. Se trata de un vívido testimonio de la profecía migrante, así como de una poética que se articula sobre los pilares de una tradición literaria ya existente, según la cual se construye el discurso de los y las nuevas sujetas migrantes: “Nuestro rostro está extenuado / los ríos profundos han recorrido / por muchos años / el interior de este tronco / de este país / que niega mi nombre / calla nuestra voz / y nos voltea la cara. / He querido contarles / que tengo un gran deseo: / en algún momento / nos tocará movernos” (41-42).

El migrar es un fenómeno que se desarrolla en la esfera pública. Su liderazgo responde a roles de género, como el de proveedor, protector y autoridad, asignados tradicionalmente a los hombres, por lo que las narrativas migrantes parten de un lugar de enunciación común: el masculino. Ello significa que la migración, como experiencia y fenómeno, se representa en las poéticas migrantes de acuerdo con la subjetividad del hombre. Por lo tanto, estos discursos se configuran a través de un lenguaje predominantemente masculino. En ese absoluto discurso masculino, se invisibilizan otras épicas, como las de las mujeres, quienes participan en la migración desde su propia subjetividad y lenguaje. Apacheta representa estas épicas silenciadas por omisión, por el peso de estar atribuidas a lo privado, espacio que no es concebido como lugar de hazañas, acción e historia. Se cuestiona, además, lo público, y se presenta la inserción paulatina y particular de las mujeres migrantes a este espacio. En poemas como “Manos de campesina”, “Como en mil novecientos cincuenta y cinco”, “Descalzas sentimos la vida”, se advierte el lado B de la épica migrante, aquella ejecutada por las mujeres, evidenciando que no solo han sido sujetas sociales de la historia del país, sino también el sostén de sus grandes transformaciones.

Sheridan Medina Cabrera es licenciada en Literatura por la Universidad Nacional Federico Villarreal y magistra en Educación por la Universidad San Ignacio de Loyola. Cuenta con estudios concluidos de posgrado en Literatura con mención en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su campo de investigación comprende a la poesía peruana del siglo XX, particularmente las poéticas migrantes andinas, la literatura escrita por mujeres, así como las poéticas latinoamericanas que reflexionan en torno a la insuficiencia del carácter representativo del lenguaje.

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Lucerna N°14, Poesía

Tres poemas de Paola Dávalos (Lucerna N°14)

ARDID

No importan los motivos de retorno
si no cómo la profundidad
deshace
aquí no hay señal ni ruta para encontrarme
solo
salir muriendo.

Dolor cautivo
tu corteza desfigura límites:

mimetizar con la noche parecía sublime
caer desnuda sobre los autos
un mal cálculo de atracción
ser absorbida por el vacío de los edificios

cualquier indicio vital

Pulir la muerte del cuerpo
convertirlo en joya
y su brillo
es obra hamparte de los caídos.

La sangre
rebalsa
muros de piel
revelando su caudalosa
huida.

Derrotado el juicio
alejada de toda orilla
nado
y no alcanzo a distinguir
el lenguaje. Esa voz, precipicio
o sus manos
atrapándome.

Quiero verte
el último día del año.
Nuestro encuentro.
Te deseo como poema que pudo ser
extraordinario
pero mi falta de talento
no sedujo a nadie,
ni evitó que el desespero
atacara.

Ardid-a
arena consumada
& ceniza.

SIMA

Dentro de mi cuerpo
hay otro
rocoso de altos precipicios
por debajo hay más
aquí donde entraño

feroz
ausente
mi sibila
se deforma
frente
al cristal
soy

enseño los colmillos
y ella muerde
quién es la bestia
rehén de espejismos

invoco al aire, a las flores
poséanme
de música y rocío
déjenme respirar
sus raíces, hojas
pétalos
deseo protegerlas
del polvo
las ensucia,
agravian las plagas
las quiero salvas, de colores fuertes

muerte
niña perpetua
tú sabes soltar las rejas
encarnizar
no me basta el instinto
ni las revelaciones
míticas

devuélveme a la tierra que es mi carne

AURORA

Es necesario enterrar el cuerpo
cubrir con las tres primeras horas
de luto

y sobre él

el más pesado hierro
brazo siniestro
empuña en dirección
a la cumbre
expandiéndose
bruma
visión de caldera
pan
vino es esta
carne
dermis
zigzaguea

los guardianes de caza
sobrevolarán
para darte encuentro y asunción

testigo

delira
en afán de anhelo
la nueva flama
sustrae savia
todo espectro que amenace
contagiar su agonía

escucharás
el augurio del ave

Salve olla de Era

Paola Dávalos (Lima, 1991) es poeta y gestora cultural. Fue coorganizadora del colectivo “La Huaca es poesía”2020-2021. Miembro y fundadora de los grupos artísticos:  Verbo Húmedo (poesía erótica en escena) 2019-2020, Gugú Dadá (poesía y música) 2017. Ha publicado poemas en revistas y antologías: Volteando al Siglo 25 poetas peruanos (Casa de las Américas, 2020), Versos desde el encierro (FCE Perú, 2020), Aislados (Dendro, 2020), Al Filo del Sol (1era. antología poética en braille del Perú) Golem Editores (2019). Ha participado en distintos recitales, homenajes y eventos de poesía.

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Lucerna N°14, Poesía

Tres poemas de Gabriela Atencio (Lucerna N°14)

Amaru

Cuando pienso en Fitzcarrald y en sus mercenarios,
cuando pienso que esos genocidas eran hombres
me dan ganas de nacionalizarme culebra

César Calvo, Las Tres Mitades de Ino Moxo

Viendo encarnarse repetidamente
la Historia de América en una sucesión
de éxodos y ríos escarlatas
desearía jamás haber aprendido
la lengua de Fitzcarraldo

Ah tú y yo sólo hemos aprendido
una canción de destierro
y la lengua de exilio sorberá el caldo
de nuestros hijos desmemoriados

Pero no huyas de esta máscara
que ahorca cual serpiente
y dice llamarse castellano abrázala
hasta volver cenizas los maderos
del autoproclamado amor

Vuelve en cualquier forma
jaguar hoja demonio
vuelve en cualquier sexo
vuelve incluso sin sexo
pero vuelve

No me dejes solo conspirando con la imagen
de los desaparecidos
cuando ya no soy más
que un cuervo blanco
hurgando en la memoria

Microeconomías

Los pasos de mi madre rondan ajenos
por las famélicas estancias
donde pastorean estoicos rebaños
con su inflamable marsupio

La llegada de un hermano reconfigura
las dimensiones de las hostias
y por más que amanse masas míseras
siempre hallará tras las puertas del horno
el pastel que nunca leuda

He aprisionado el flujo de la Historia
y el quid de la existencia he visto
a los corderos morderse de sus paradigmas
y a mi madre atesorar con incertidumbre
el germen del Hombre
pero sobre todo
ofrendarnos amorosamente
la plusvalía de un hogar hecho de migajas

Y al ver a los animalitos que criamos
proliferar leudar vivir
sin importar el final certero
nos vi luchando hambrientos
sabiendo que nuestro destino probablemente
era caer malheridos sobre las manos limpias
del Mercado

Pero aún mi madre de pasos inflamados
se levanta
en búsqueda de la canasta familiar
censa las cifras de exponenciales trayectorias
regresa a casa a veces sola
con su corazón indivisible en mano
y lágrimas que aún no le son arrebatadas
por la inflación

Y aunque desconozca a Malthus
Smith o Keynes
o qué trocha conduzca a Wall Street
sabe que a diario nacen seres hambrientos sin pan
sospecha que juega a los dados
un tendero de manos invisibles
desconfía de la libre economía del miedo
y claro que sabe de martes jueves diciembres negros
¿y por qué no?
grandes depresiones

Kawai O’o

Ah, tú y yo habitamos en una tierra difusa, con grietas
tan profundas que impiden el encuentro.

Diamela Eltit, El infarto del alma

Cuanto pueden las aves es desnudar
nuestros empobrecidos alcázares
del amor con su lírica de siglos
y secretamente avisarme
si en tus ojos han vuelto a asomarse
los peces de la primavera

Porque arañando el aire
me digiere este duelo imposible deshojando
mis plumas más concupiscentes garganta
que reclama tus alas del tiempo

Qué elegancia tienen las aves
para disimular su fantasma en celo
levantando alcázares enramados
lustrando sus colores brillantes
que llaman a la muerte

Cada vez que los peces y las aves
te pierden el rastro arrullo mis ansias
con el canto de pájaros extintos

¿Cuántas veces el amor me habrá encontrado
caminando solo sobre las arcas del diluvio?
¡Cuántas veces habré perdido el tiempo
haciendo del amor un estandarte de espaldas
a los animales!

Gabriela Atencio (Lima, 1994). Egresada de la Facultad de Ciencias y Filosofía de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Fue finalista en el VII Concurso Nacional de Poesía Scriptura para Mujeres (2020) y en el III Premio Internacional de Poesía Joven Francisco Ruiz Udiel (2021).

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Lucerna N°14, Poesía

Tres poemas de Mariela Paredes (Lucerna N°14)

Mariela Paredes (Huaraz, 1993)

Mariela Paredes WEB - ok   

Voy sin luz

Mi reflejo comete vidas no conocidas

Les atribuye

Un centro

Un dialecto inmoral

Frases invertidas

Queriendo colonizar

 

Equilibrio

 

Vientos revanchistas

 

Compuestos con mi atrevimiento

Y el inescrupuloso corazón mío

Los árboles me sacuden de lado a lado

Y el aire es mío                                                       siempre fue mío

 

 

Visible

Me doy un poco cuenta

De aquello

Y de lo otro

De lo que sucede en mí

 

Visibilidad predilecta

 

Cuando las antenas

Están mal colocadas

Y el ruido establece una

Mejor proyección

O

Cuando mis músculos explotan

Sobre el monte

Obscuro aventurero

Imbuido de algunos

Conflictos rudos

En

Medio del cielo

Degradado

Continúo

Con las venas cavas

Extasiadas y

Sigilosas

 

Documento blanco

Un documento blanco me espera
Se sienta a mi lado
Arrulla mi mano
Hace temblar mi pecho
Subo esa escalera que prohíbe
La velada del ruiseñor
Sigo escalando
Y se me aletarga la impresión en
Cada grada, en
            Cada aliento, en
                        Cada filtro que agradece que me marche
Ese romance mío crece
Dejando mi mano revelarse
Trágicamente
Trágicamente
Ese romance mío
Fue tráfico
Hoy en su niebla
                           festejo

 

Mariela Paredes (Huaraz, 1993). Publicó sus primeros poemas en Las Poetas (Lima, 2020). En mayo de 2021 publicó su primer poemario Híbridos de Somnia e In.

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Poesía

Tres poemas de Erika Aquino

Erika Aquino (Piura, 1988)

     I.

La lluvia refleja la lluvia

              En mi cabeza están naciendo hidras

              ¿A quién cobijas, sino a un pedazo de color estéril?

Soy un tentáculo abrazándote las piernas

El tiempo ha caído al mar

Mi cama es un ovillo de cabellos cansados

De mi cabeza salen raíces hermosas

            Soy campo

de mí crece hiedra púbica

y de mi boca salen barcos de papel. 

 

Frente a los centauros del mar

mi piel resiste al silencio

Las olas golpean la tristeza de mi seno extirpado

Te miro Brausen:

                        Esta ciudad solivianta mis huesos

y no tengo más amor

que esta carne cayéndose a pedazos

 

 

TERCER LABERINTO O LA VOZ DE ANTÍGONA HABLÁNDOLE A ISMENA

 

     I.

En la ciudad han arrojado mi cuerpo

contra el polvo que arranca oscuros centauros

La noche es más lejana

ahora que duerme

en nuestros ojos de halcón marino

“Hemos perpetrado entonces un acto extraño”

Hemos sido testigos de la destrucción de las piedras

            a quienes se les demolía el llanto

            la nueva hierba de su vientre efebo

            el mosto sagrado del vino dulce

Y te pregunto

Si tú  /Ismena/  me oís

Si has muerto aquel laberinto

donde tu miedo era espeso y verde

Y se levanta mi furia

porque no encuentro mi cuerpo

en los anaqueles de la historia

Y el demos me pisotea la carne

dejándome las huellas de sus pies

Y también la memoria me hiere

¿Cómo engendrar este coro que llora y llora

                                                  Y no dice

                                                           Y no hace

                                                                       Y no vive?

¿Cómo amar a este dios irremisible para la tristeza y la justicia?

¿Cómo sanar los latidos de esta ciudad

y perpetrarla en mi piel

si el mundo es apenas un odio pequeño?

¿Me sentís acaso hermana?

¿Sentís el holocausto de esos muslos mutilados

por peces y corazones dilatados?

¿Sentís la caverna de la ley que me sobra en la piel

y se me sale de los poros como sudor impuro?

¿Sentís el miedo que se levanta

y se aleja y cabalga cual caballo herido?

¿Me oís /Ismena?

Y oís esa soledad que se me hace espejo

y me mutila los ovarios para no nacer

           

            ¿Qué vientos arden en tu espíritu /Antí-gona?

           ¿Qué dioses te han abandonado en este emporio delirante?

           ¿Qué fue de tu inocencia y de tus racimos dulces?

            Era otro sol el que apaciguaba las tormentas

            otro domingo que se vestía de demencia

            otro dios en las danzas de la razón

            Entonces

                                    NO ERA NADA

 

 

QUINTO LABERINTO O LA IRRUPCIÓN DE LOS SUEÑOS O TRANSFIGURACIÓN DE LA MUERTE

    

     I.

La hostia en la iglesia fue testigo de la tarde cayéndose en ruinas, de la gestación extraña y telúrica; entonces, la anulación crepitante del agujero negro, el holocausto terrible y espantoso donde nos vimos húmedos y desnudos .

Fue terrible nuestro éxodo a las grietas de la tierra. Nos colocamos allí presos de espanto. Y nuevamente el regreso al caos primordial.

Amé al barro con su noche infinita, nacieron tus ojos de mis costillas. Derrumbé mi andamiaje colosal esquizofrénico, el ruido metafórico, mi piel surrealista.

Y ahora esta lujuria que siento por ti, Artidoro, que no se quebranta ni se adolece  ni se entrega a los musgos de las horas tardías.

 

 

Erika Aquino Ordinola (Piura, 1988). Es magíster en Literatura por la Pontificia Universidad Católica del Perú y ganadora del primer puesto en los Juegos Florales de Poesía “Carlos Eduardo Zavela” (Chimbote 2009). Ha publicado en las revistas Plazuela Merino, Sietevientos, La poesía no tiene sexo, Lucerna, Caleidoscopio y la revista de la maestría en Literatura Hispanoamericana Espinela. Ha participado en diversos recitales en las ciudades de Piura, Chiclayo, Chimbote, Trujillo, Lima y París. Ha publicado su primer poemario Laberintos y transfiguraciones (2015), libro del que proceden estos poemas.

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Lucerna N°13, Poesía

Tres poemas de Rocío Fernández

Rocío Fernández (Cusco, 1988)

TRÍPTICO NOCHE

Es tu cuerpo una orquesta de necromancia
arquitectura en Sol sostenido
musical de mármol
en ti se hacen patria las migraciones de mi lengua.
Resuena todavía tu acento
que conocí en cada ternario
a espera de un país que no me conoce, pero me canta
Palosanto, oráculo del siglo
en otra era fuimos adoratorios,
amantes de volcánicas fauces
en un velo terrestre donde todo se sepulta.

Tus manos son un ejército de cítaras
en ellas la noche avanza (y me conduce) al mismo pub en que te vi nacer
bosques de brazos dibujan tu cara y borran tu cuerpo
se hizo humo la sacrosanta nave que nos condujo a tierra
la tristeza de no verte por el alcohol es una premonición del cuerpo antes del cuerpo
elevo la mirada
purasangre bailando la danza delirante de la vida

corto el circuito de la victimización

en tu espinazo cardiaco donde me llevas al taxi
y me siento a derribar el espejo retrovisor que mira al pasado
el conductor es un cetrino manso y mudo
mi control interno en modo automático
mi conductor interno un navegante ahogado por el tritón de tus cantos
mi mente se eleva a tus muslos, hijo de Herodes
Aries, te han puesto
de mí nacen ríos, caudales de serpentina
vómito por la ventana

–   Estamos al aire   –
–   FILM MUDO   –

vamos ahorcándonos la piel y la luna se hace astro mordiendo tus lunares
docentes en arrancarnos las plumas
cielo de alumbre
animal herido adicto al vértigo
cada cicatriz tuya es un pasaje a Urano
quebramos las esquinas del cuarto como al tarso
metatarso
de un soldado extranjero
bailando la danza de la muerte en la piel del ánima
confundidos en la oscuridad de su trance
introducción a la cosmogonía
a la boca abierta de la habitación que nos devora y conduce a la sala
te recuestas en muros hechos de espuma
bajo el hechizo de la gravedad
la materia es un obstáculo en caída libre
y queriendo desnudarnos del cuerpo
rodamos al vacío de la alfombra
adheridos a la tierra como imanes
aunque el verdadero abismo se encuentre hacia los cielos.

Supongo que te conduje a mi negrura
pero despertar y verte es un Ícaro en Caballococha
tu rostro me mira y es una luna diurna
pasajero en onda encantada
un ejército son tus falanges evangélicas dictándome el futuro
y de ti vendrán todos los truenos.

 

CIANOTIPIA

Piedra relámpago
es triste este observatorio
hilos de estrellas se acumulan en los números
fecha natal; abandono; primer beso;
tu rostro en la transparencia de un crematorio reluce
multitudes se asoman a tu estatua
tu piel verdosa, dura y cruel como un ángel se eleva:
–   no habrá otro momento para dibujarte   –
toco tus manos como teclas de un piano
tu rigidez sólo representa el sueño de quien ha vivido
y, vestido de negro como siempre
te entregan al sol de las brasas

Es una trampa el deseo
de despertar y volver a ti
mi cuerpo está derrotado
es un bulto ardiendo en off:

“ausentes están las pisadas de tus ojos
en un mar de concreto se esparce tu memoria
aplaudes a media noche deshilando telarañas
haciendo eléctrica la caída”

Una acuarela fue tu lúcida presencia
en los gemidos de la vida que nos narraba la esperanza
tus instintos, peligrosos aguijones,
demonio blanco en días de cacería,
tu cuerpo se dibuja de pie mientras te acercas a la puerta del horno
un movimiento metálico nos envuelve
el sonido de las brasas, melodía de las esferas
en ninguna página me enseñaron a comprenderte
y ahora te apolillas en la música de Saturno
verde, óseo,
perlado, plateado
te llevo como una maceta en el plexo
jaguar de tamarindo
todos tus días serán memoria.

 

VISIONES OF LA

Quincemil años de existencia
y cada vez peor.
Da vuelta a la historia,
tipifica la península
en la última tumba maya,
Spondylus
entre Tumbes y Guayaquil.
Robo ideas
papel de capellades
impresiones de Arguedas en balances sepia.
Robo versos, pero el poeta invita y desvirtúa
me invita a la mesa
y existe.
Dirán que es vertiginoso
pero robo versos de los aguardientes
esparcidos mientras se derrumba el Perú
y se hace dependiente
y Sucre decide fundar su propio reino
que será la médula del agua.

Robo laberintos de libertador
con los últimos días de Bolívar
que no pudo sobrevivir a América
a Sucre que llegando al Sur se desangra
a San Martín que no se desarticula
del puño español.

Robo la libertad de 200 años
que parece lejana pero aún repercute en casa
con una religión cristiana que se clava más hondo que un crucifijo.
Aun crees en el origen de la técnica del montage
mi estrategia es más sencilla que un cenicero
o enrollar tabaco en un billete de 20
Robo versos y servilletas
donde se escriben poemas de Benedetti
para sonarse la nariz
y en un país donde se permite el robo
pero no el llanto
prefiero entrometerme en las palabras
robar versos más que morir
y Cecilia, proveyéndonos de líneas blancas
en la taza del baño
sin perder la cordura
o la elegancia
o el propio poema que funciona de guardaespaldas
en un soñadero entrevistando a Valdelomar
o Vallejo tratando de pasar del opio al hachís
y el protagonista sale a la defensa
salen dos haces fúnebres en la generación del cuarenta
se encandilan las pesquisas
se acercan revelaciones en la noche
se conoce a mi abuelo
que apellidaba Diamante.

Robo versos,
corales familiarizados con el cristal.

Escribo el poema del mundo
y alguien me golpea el hombro,
simulo invisibilidad,
el cuerpo no pide
sino el cuerpo aficionado a la costumbre
la nariz en blanco
que suena en las reuniones
donde los baños son burdeles de crisálidas.
Quizás el mundo cambió por individualidades
y yo, que tengo las mañas del gallinazo
pero aprendí a sobrevivir como un cóndor
robo poemas como obras maestras
que continúan desde el río interesante
de tu luna oscura
y tu ropa cuando también estás oscuro
¿dónde está el párpado que da rueda a la noche?
y el fuego arde
como tus manos.
Lo sabía, pero antes disimulaba.
Ahora me ofrecen otra puerta
y he comprendido
que cuando llegas a la madurez
empiezas a envejecer.
Robo versos
y hago tratos
que se despegan de mí
pero vuelan conmigo.
Leo, eres el hacedor de todas las habitaciones.
Poeta, no busques mostrar
Sino estar preparado
Agradezco a los manzanos
pero guardo un secreto agrado
por las ciruelas.

 

Rocío Fernández Hurtado (Cusco, 1988). Psicóloga. Durante dos años forma parte del proyecto de experimentación sonora y poesía llamado Sociedad Peruana de Escape. Co-organizó el festival de Poesía Enero en la Palabra en los años 2014 y 2018. Sus poemas han sido publicados en plaquetas y revistas (Antología de Enero en la palabra 2014, 2015, 2018, Electrocardiograma, revista verboser). Poemarios publicados: Oceánide, Cortejo Fúnebre, Accidentes de tránsito, Visiones of LA.

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Artículos, Lucerna No. 3

La flor de carne: reflexiones sobre Ejercicios materiales de Blanca Varela (Lucerna N°3)

[Extracto del artículo «La flor de carne: reflexiones sobre Ejercicios materiales de Blanca Varela» publicado en Lucerna No. 3 (Julio 2013)]

Por: Ethel Barja

La poeta peruana Blanca Varela (1926-2009) inició su experiencia creadora alrededor de los años 50 en la compañía inmediata de Javier Sologuren, Sebastián Salazar Bondy, Fernando de Szyszlo y Jorge Eduardo Eielson. Esta época mostró una particular efervescencia intelectual que dio lugar al surgimiento de la denominación «generación de los 50», cuya definición no ha llevado a un punto de acuerdo a los historiadores. La asociación del trabajo de la poeta con los escritores de aquel entonces debe entenderse en función de su formación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, su asidua presencia en la Peña Pancho Fierro de Alicia y Cecilia Bustamante, y su colaboración en las revistas Las moradas y Amaru, dirigidas por Emilio Adolfo Westphalen. Asimismo, compartió con sus coetáneos la incorporación a la literatura de conceptos y técnicas de construcción espacio-temporales de las artes plásticas.

La importancia de la espacialidad en la poesía de Varela reposa sobre los cimientos de la poesía peruana contemporánea. Esta, según Salazar Bondy, reflejaba tanto la belleza «asida a la pulpa misma del hombre» de César Vallejo, como la «alquimia de color, música e imagen» de José María Eguren. Se trata de un sentido plástico que Varela asume y que hace que el espacio pictórico y el poético se confundan. Esta tendencia forma parte de un espíritu topográfico que traspasa la poesía de Varela. Particularmente, en su poemario Ejercicios materiales (1978-1993) este sentido espacial reside en imágenes poéticas asociadas al cuerpo.

El título del poemario hace explícita referencia a los Ejercicios espirituales (1522-1523) de San Ignacio de Loyola. Este libro plantea operaciones espirituales que buscan dejar el alma en condiciones adecuadas para un diálogo con Dios. Según Caroline Walker la contemplación divina, propia del misticismo del siglo XVI, era entendida como un don. Sin embargo, desde la baja Edad Media se sostuvo la posibilidad de una elevación mediada por un deliberado control, disciplinamiento, e incluso tortura de la carne. De ahí que Loyola hable de un acceso a la experiencia mística a partir de un trabajo sobre el cuerpo que libere al alma de las afecciones de este.

Como señala Eduardo Chirinos, la visión de San Ignacio sobre la relación entre alma y cuerpo no es excluyente. Se trataría de una comprensión «moderna» de una alianza que deja atrás la tortura de la carne. Además, como afirma Chirinos, adhiriéndose a Roland Barthes, el trabajo sobre el cuerpo planteado por San Ignacio impone una materialidad en sus ejercicios espirituales, dada la presencia de un cuerpo específico y no conceptual. Por ello, no es extraño que Loyola defina sus «ejercicios espirituales» en analogía con ejercicios corporales, pues plantea que toda acción para preparar el alma y distanciarla de las afecciones del cuerpo y así ponerla en presencia divina es una acción semejante a la de pasear, caminar o correr. Nótese, no obstante, que el planteamiento de Loyola respecto a la relación entre alma y cuerpo no supera la reducción de este último a un mero instrumento para lograr la elevación mística; ya que el control y disciplinamiento median toda preocupación respecto al cuerpo.

[…]

[Las notas a pie de página han sido omitidas para facilitar la lectura en línea]

 

Ethel Barja (Huanchar, 1988). Es autora de los libros Trofeo imaginado entre dientes (2011), Gravitaciones (2013), Insomnio vocal (2016) y Travesía invertebrada. Seguido de Wandeo (2019) por el que recibió el Premio Cartografía Poética 2019 (Perú) organizado por Lumpérica Cartonera. Su escritura ha sido incluida en Voces al norte de la cordillera: Antología de voces andinas en los Estados Unidos (2016) y en las revistas Hostos Review, Los Bárbaros (EE.UU.), Stadtsprachen Magazin, Madera, alba.lateinamerika lesen (Alemania), Lucerna (Perú) entre otras. Es licenciada en Lingüística y Literatura por la Pontificia Universidad Católica del Perú y maestra en Literatura Hispánica por la Universidad de Illinois en Chicago. Actualmente, vive en Providence (EE.UU.), donde estudia un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad Brown. Su página de autora es: http://www.ethelbarja.com

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Artículos, Lucerna No. 8

La originalidad como actitud: el caso de Ricardo Peña Barrenechea (Lucerna N°8)

[Extracto del artículo «La originalidad como actitud: el caso de Ricardo Peña Barrenechea», publicado en Lucerna N° 8 (Noviembre 2015)]

Por: Renato Guizado

Para comprender la personalidad creadora de un artista, el método y significado de sus obras, es fundamental estudiar la relación que tiene frente a la tradición de su arte. A saber, la influencia de otros textos en la composición poética es inevitable por mucho que se ensaye el aislamiento o la absoluta originalidad ya que la poesía se alimenta de sí misma y, en última instancia, la expresividad de las lenguas se ve expandida en su poesía, pues, como sostiene T. S. Eliot, esta se inmiscuye indirectamente en la materia con que construirán los futuros poetas. Ahora bien, esta relación no se concreta con el mismo cariz en todos los casos, sino que las actitudes que los poetas pueden asumir frente a lo ya existente son de distinta índole: de la traducción a la reformulación total, la tradición siempre ocupa un lugar privilegiado en cada nueva búsqueda. Así, de las numerosas posibilidades de influencia, quizá la que más luces arroja sobre el proceso creativo sea aquella en que el poeta da evidencias, ya sean tácitas o explícitas, de los textos y autores de los que ha bebido su propuesta. Existen dos tipos de poeta descansando en este rango: aquellos que buscan una coincidencia casi total con las fuentes, calcando los giros más reconocibles y externos e ignorando que su funcionalidad depende de una estructuración mayor que traba todos los estratos de la lengua y no solo los más evidentes; y los poetas que, más bien, captan la construcción esencial de las obras que admiran. La diferencia, entonces, puede percibirse en la valoración estética de los resultados.

La segunda situación se evidencia con facilidad en Eclipse de una tarde gongorina (1930) de Ricardo Peña Barrenechea, libro que contiene veintisiete poemas líricos y una prosa. Ricardo Peña Barrenechea fue un poeta limeño nacido en 1896, cuya extensa obra poética, exhaustivamente ordenada e inédita en parte, se escribe entre los años 1924 y 1937 y comprende títulos como Lucimiento y desvelo (1933) y Discurso de los amantes que vuelven (1934), muestra de una técnica felizmente lograda, así como algunas piezas teatrales. En relación con el tema que abordaremos, por ejemplo, Ricardo Silva-Santisteban anota en la presentación de la Obra poética completa del autor que los elementos convencionales de la poesía de don Luis de Góngora y Argote no se hallan en los versos de Eclipse de una tarde gongorina, a pesar de que su título parece sugerir su indiscutible presencia. Tal circunstancia resulta inusual por dos razones: primero, porque no se evidencia expresamente el lugar de la figura del cordobés o de su poesía en la expresión o el significado del libro; y, segundo, porque esa huella ausente comúnmente se evidencia sin dificultad en aquellos que tientan su estilo. Esto dará la clave sobre la actitud de Peña, pues su espontaneidad reside en que afronta sus influencias de un modo único. La misma afirmación es válida para describir la influencia que ejerce la voz de José María Eguren sobre Peña, quien no regateó su admiración por las composiciones egurenianas, tal como se observa en su ensayo «Doctrina y estética del paisaje». En lo sucesivo, este artículo advertirá los puntos de contacto y alejamiento entre poemas de Peña Barrenechea, especialmente los de Eclipse de una tarde gongorina, y el estilo de José María Eguren, con el fin de demostrar que la originalidad de su producción «manifiesta ejemplarmente la asimilación personal que todo poeta […] realiza de la estructura poética y de la tradición artística».

En primer lugar, que Ricardo Peña Barrenechea haya experimentado el influjo de la lírica de José María Eguren se explica en la figura que su obra proyectaba sobre sus contemporáneos. Eguren es considerado desde la crítica temprana como el fundador de la tradición poética moderna en el Perú por su espontánea y eficiente versión del simbolismo europeo que se contrapuso al escenario modernista imperante en una época en que tanto Rubén Darío como José Santos Chocano gozaban de todo su prestigio y perfilaban la norma poética del momento. En la actualidad se sabe, como señala Ricardo Silva-Santisteban, que el poeta limeño «marca […] con nitidez el nacimiento de la poesía peruana contemporánea, que solo a partir de este libro [Simbólicas] comenzará a alinearse cronológicamente con los grandes movimientos de la modernidad». Pero ya en 1911, el filósofo Pedro S. Zulen da cuenta de la novedad de Simbólicas el mismo año de su aparición, señalando visionariamente la importancia que tendría para los creadores posteriores: «Jamás hemos escuchado un género como el de ‘Simbólicas’, que viene a iniciar una tendencia nueva en la poesía nacional, y acaso un nuevo concepto de simbolismo en la poética»; y hacia 1929 tanto Colónida como Amauta lo habían consagrado como ejemplo de auténtico quehacer poético contemporáneo. Por otro lado, también es cierto que las técnicas explotadas en la lírica egureniana supusieron contundentes adelantos en distintos planos de la creación, aportes inevitables para las generaciones posteriores. Silva-Santisteban, por su parte, subraya el mérito de Eguren en asimilar al castellano una corriente que debería esperar a la vanguardia y a la Generación española del 27 para ser apreciada a cabalidad; mientras que el poeta y crítico Stefan Baciu identifica en esta poesía rasgos de lo que será el gusto de la vanguardia, por ejemplo, el collage; y reconoce que sin su novedoso universo poético «no habría sido posible ni la poesía de César Vallejo, ni aquella de César Moro».

[…]

[Las notas a pie de página son omitidas para facilitar la lectura en línea]

Renato Guizado Yampi (Lima, 1991). Es magíster en Lengua y literatura con mención en literatura hispánica. Ha escrito artículos sobre la poesía de José María Eguren, Javier Sologuren, Francisco de Quevedo, Carlos Germán Belli, Luis de Góngora y Argote, entre otros. Ha publicado los libros Detalle, ritmo y sintaxis en la poesía de José María Eguren (2017), Forma y sentido en la poesía de Ricardo Silva-Santisteban (2018) y coeditado el volumen Lingüística y poética (2019), publicado por la Academia Peruana de la Lengua. Actualmente se desempeña como docente en la Universidad de Piura.

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