En esta tercera edición de Lucerna queremos reafirmar la propuesta que adoptamos desde nuestro primer número, con la publicación de un ensayo la pintura de Edvard Munch: que aunque la literatura es y será el centro de gravedad de la revista, la literatura sola y aislada no puede dar efectiva cuenta de toda la complejidad de la existencia y de todo el movimiento espiritual del hombre de nuestro tiempo. Pues para esta tarea es menester el concurso de otras artes y de otras disciplinas, que enriquezcan nuestro quehacer literario y nuestra visión del mundo. Por ello es que en este número incluimos un artículo sobre una de las manifestaciones artísticas más valiosas del espíritu humano y que guarda estrechos vínculos con la literatura, la música, representada en la figura del compositor Gustav Mahler y en el carácter humano de sus sinfonías. En las próximas entregas de Lucerna continuaremos con esta apertura a otras manifestaciones artísticas igualmente valiosas como la pintura, el cine o el teatro.
De este modo, intentamos mostrar que el arte literario no puede vivir aislado, mirándose únicamente a sí mismo, pues corre el riesgo de volverse inofensivo, de no ser nada más que «literatura», como César Vallejo llamaba despectivamente a la literatura que se había profesionalizado. Pero este enriquecimiento mutuo que debe haber entre las artes, entre la literatura y el pensamiento, no implica entregarse a un afán meramente experimentador cuyo único fin sea la novedad por la novedad. Como el propio Vallejo lo comprendió en su momento, la experimentación que no viene dictada por íntimas necesidades creativas ni tiene su origen en un sentimiento profundamente humano, no es más que un inane divertimento que de moderno y vanguardista tiene solo la forma. Por nuestra parte creemos que el arte y la literatura que dan forma y expresión a las más hondas preocupaciones del ser humano siempre serán un arte y una literatura auténticamente modernos y de vanguardia.
Desde el punto de vista de la creación, una literatura que, sin renunciar al lenguaje artístico que le es propio, se nutre y enriquece de otras artes y disciplinas, logrará mostrar una visión más compleja y aguda de los problemas humanos. Y de esta forma, será una literatura que, al igual que el verso final del poema «Torso arcaico de Apolo» de Rilke, sea capaz de decirnos, aun de gritarnos: «Debes cambiar tu vida».