Lucerna No. 8, Reseñas

Reseña de El libro de la enfermedad de Mateo Díaz Choza (Lucerna No. 8)

El libro de la enfermedad de Mateo Díaz Choza

EL LIBRO DE LA ENFERMEDAD
Autor: Mateo Díaz Choza
Editorial: Paracaídas Editores
Páginas: 65
Año: 2015

Por: Miluska Benavides

Desde su primer poemario, Av. Palomo (2013), Mateo Díaz Choza (Lima, 1989) se planteaba, desde escenarios urbanos, una preocupación formal y temática por la relación entre el sonido y el lenguaje. Esta preocupación adquiere mayor versatilidad técnica y aborda otros dominios de la imaginación en su poemario más reciente, El libro de la enfermedad, en que se cuestiona la materialidad de formas de representación de la realidad como la imagen y el lenguaje. La primera parte del libro se compone de fragmentos cuya imaginería gravita alrededor de la naturaleza invernal, y su tema es el lenguaje. Mientras la naturaleza provee experiencias formales como el sonido-música, el hombre intenta descifrarla a través del lenguaje (en sus facetas visual y sonora), que es útil para nombrar y escribir, pero no empata con el carácter perenne de las entidades del espacio natural. La primera parte enuncia los temas y mecanismos a los que regresará el libro: la tensión entre lenguaje / imagen, fugacidad / sonido y la relación entre ambas tensiones con la permanencia. Acaso por ello la segunda parte –en que se reelabora mitos bíblicos– comienza con un poema sobre el episodio de Saúl, continúa con un poema dramático sobre las visiones de un Sansón ciego, y cierra con el asombro del apóstol Tomás frente al cuerpo de Cristo. El ropaje métrico es versátil y genera dos efectos: la recreación del mito cantado –para ser memorizado– y la reelaboración de figuras ancladas en la tradición literaria, como la agonía del Sansón de Milton. Para el libro, revisitar la experiencia codificada de ver y oír se logra al sumergirse en el mito y re-experimentarlo.

Asimismo, los motivos del poemario se despliegan en la que considero la sección más interesante, “Elogio de los caminantes”, que diseña el recorrido del “yo” que culmina con la asunción de la disolución del cuerpo, y a su vez desnuda el ilusorio control del mundo por medio del lenguaje y el vacío que yace tras la imagen. Esta sección compuesta de cuatro partes y en versículos agrega motivos del paisaje y la antigüedad peruana, que ofrece insumos a la imaginación (hueso, polvo, humo, reflejo y fuego), sobre todo la experiencia frente a la permanencia de la piedra (“No soy la piedra divina,/ Sino la piedra humana”). En la tercera parte, un cuerpo desmembrado es escenario de una transformación (“No temo ya alejarme de la orilla, pues allí volveré de nuevo”), y finalmente se dramatiza la extinción del lenguaje, donde solo queda la canción, que se impone frente a otros elementos formales de materialidad “etérea”. Si hay algo que pueda reprochársele al libro es que su cuarta sección no parece encajar con el resto ni la noción de “enfermedad” parece apropiada para nombrar todo el conjunto poético desarrollado en él. Frente a estos reparos menores, la construcción de imágenes sobre la futilidad y la muerte, y la transfiguración altamente imaginativa de las paradojas de la sensibilidad contemporánea, muestran el proceso de maduración de una poética de motivos propios, preocupada por la materialidad de la poesía y el lenguaje, y a la que poco parecen afectar las fórmulas poéticas al uso.

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Lucerna No. 8, Reseñas

Reseña de Autorretrato del piloto de Paul Forsyth (Lucerna No. 8)

Autorretrato del piloto de Paul Forsyth

AUTORRETRATO DEL PILOTO
Autor: Paul Forsyth Tessey
Editorial: Celacanto
Páginas: 124
Año: 2015

Por: Julio Isla Jiménez

Si no nos dejamos distraer por el barullo que producen los poetas al tratar de convencernos de que sus poemas dicen lo que no alcanzan a decir por ellos mismos, estaremos en condiciones de escuchar la voz de aquella poesía que es capaz de hablar por sí misma sin recurrir a galimatías críticos ni cabildeos generacionales. Esta voz la encontramos en la obra reciente de Paul Forsyth Tessey (Lima, 1979). Después de Anatomía de Terpsícore (2014), una de las obras poéticas más ambiciosas y logradas que se haya publicado en los últimos años en nuestro país, Forsyth publica Autorretrato del piloto (2015), un libro no menos frondoso y abigarrado que el anterior, pero que logra encontrar su propia identidad en su diversidad, pues aunque su organización y unidad no resultan tan evidentes como en Anatomía…, un mismo clima espiritual se respira en todos los fragmentos que componen este autorretrato.

Este clima lo encontramos ya en «Treintaitrés», poema que abre el volumen y que, como en una obertura musical, es un compendio de las preocupaciones metafísicas, existenciales y metapoéticas que campean en la obra. En él vemos desplegarse la aguda conciencia de un yo poético que se sabe en un trance vital que lo ha colocado en una encrucijada de caminos sin claro derrotero. Los momentos más oscuros de este azoramiento no son escamoteados y son asumidos en toda su espinosa realidad. Es por ello que esta poesía adquiere una densidad existencial como pocas en la poesía peruana reciente.

Pero esta exploración no siempre se realiza de manera descarnada, sino también a través de máscaras, como la empleada en el poema «Responso del Minotauro en boca de Teseo», en el que el uso de este recurso no hace menos visceral la exploración; antes bien, como en la paradoja de Wilde de que somos más auténticos cuando hablamos a través de una máscara, la lleva a otro nivel de profundidad poética. En el relato que Teseo nos hace de su peregrinaje desfilan símbolos como el laberinto, el Minotauro, en los cuales no podemos evitar ver una autorrepresentación del autor / poeta / héroe enfrentado a su propio destino. Dice el héroe: «Yo, Teseo, el sinectista de Trecén, / […] / tuve en mi corazón un laberinto / en cuyo centro brillaba esta extraña sensación que hoy / solo entiendo / como la carrera del viento en el desierto». Pero algunos peligros amenazan su misión, como los «salteadores de caminos» que lo acechan «con retóricas engañosas y ardides que blandían como armas / con tal de reducirme, encajarme y malformarme», frente a las cuales se encuentra premunido únicamente de una fatal convicción: «No he de perderme». Este poema contiene, a nuestro modo de ver, más que una poética, una profesión de fe en el oficio poético y este «No he de perderme» bien podría servir de lema a un libro y a una obra poética que no se deja «reducir», «encajar» o «malformar» en el laberinto de indulgencia y medianía en que se encuentra extraviada buena parte de la poesía peruana actual.

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