Editoriales, Lucerna No. 1

Editorial de Lucerna N° 1

Portada del primer número de la revista Lucerna

No son pocos los problemas que actualmente aquejan al arte literario. Por un lado, se quiere hacer de él un negocio más, y de las creaciones literarias, simples mercancías que otorguen vana distracción y placeres efímeros. Se quiere vivir de la literatura y no para la literatura, hacer de ella un medio para satisfacer apetitos personales. Para cambiar esta oscura perspectiva necesitamos mirar más allá y fundar o resucitar antiguos, pero nobles ideales. Por ejemplo, hoy son pocos los que aún creen en el viejo ideal de la inmortalidad literaria, y trabajan abnegadamente para alcanzarla, sin distraerse con el engañoso y fugaz aplauso de la época, que adormece la sublime ambición de crear una obra perdurable, que dialogue con los hombres que vendrán.

Por el lado de los creadores, se advierte las miras de corto plazo, la falta de proyectos artísticos de largo aliento que aspiren a perdurar, a generar un cambio en la sensibilidad, a enriquecer el espíritu humano. Aspiraciones como estas son vistas con cinismo y soberbia por quienes quisieran hacer de la literatura un vehículo de desahogo personal o un caprichoso ejercicio lúdico, sin ningún asidero ni influjo en la realidad. Con ello se inculca la apatía y la desconfianza de la tradición literaria, para hacer de la creación mero espejo de lo inmediato e impedir el surgimiento de una literatura que refleje pero a la vez trascienda su época. Necesitamos, pues, un arte literario que nos interpele, que nos libere y expanda el caudal de la experiencia humana, abriendo nuevos caminos hacia formas de vida antes no concebibles.

Y por el lado de la crítica, necesitamos que esta no sea solamente estéril sahumerio de las reputaciones presentes, sino un instrumento que nos permita reconsiderar los valores artísticos de nuestra época, y ser la guía que nos ayude a abrirnos paso y distinguir lo que hay de valioso en el arte actual. Necesitamos que la crítica literaria se encuentre, por un lado, al servicio del lector y no del mercado editorial, y por el otro, al servicio de la obra literaria y no al de sí misma, como sucede cuando la crítica se vuelve un ejercicio solipsista, monopolio de especialistas, para los cuales el texto literario es algo completamente secundario y nada más que un pretexto para echar a andar su jerigonza incomprensible.

En suma, para hacer frente a estos problemas el arte literario necesita una creación y una crítica con gran amplitud de miras. Nuestra revista apunta hacia estos objetivos, y para ello creemos que no es necesario fundar alguna nueva estética, algún descartable ismo o lanzar algún ruidoso manifiesto, tan solo consagrar todos nuestros esfuerzos para que el arte literario recupere el sitial que se merece. En este sentido, Lucerna espera convertirse en un espacio vital en que se integren el aliento inspirador de la tradición literaria con las nuevas sensibilidades que aún están por forjarse.

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